Lunas y vendimias han pasado
y ahora me pregunto:
¿qué hacías aquella noche
sentada en ese umbral
en una calle desierta, fría
(tu largo negro abrigo
corrido el rimmel de tus ojos
tus ojos enrojecidos mínimos
tu mirada vacilante como un claro espejo
tendido hacia la nocturna luz
del universo)
balanceándote, instintiva,
en un sillón-hamaca imaginario
diciéndome (así, sin anestesia)
"te esperaba"
"tengo sueño"
y "mirá que loca, esa luna"
justo a esa hora
en que la noche del sábado
hierve de máscaras, poses,
ansiedades
y algún dios-cicerone
me regalaba un instante
una noche
un instante
de verdad?
HE SOÑADO MIL VECES...
He soñado mil veces con un salto en el tiempo. He visto extraños desfiles sobre pasarelas de cristal en espirales ascendentes. He tenido sueños concéntricos (despertaba y el sueño seguía allí). Sueños prehistóricos en busca de algún fuego. Sueños medievales tras un cáliz mitológico. Sueños con enormes Palacios de Justicia, entre pasillos selváticos. También hubo casas desconocidas en un conocido sur (y un lago encrespado y un altillo con libros en desorden). Y un extraño recital poético en una suerte de burdel a cielo abierto. Y presencias queridas amor y vino parpadeos galácticos cuchillos maquillajes susurros profecías reflejos sed sexo caravanas amenazas intangibles. Y, claro, esa caída sin fin (tan propia de los sueños) que precede al momento en que los ojos se abren al abismo.
HE SOÑADO MIL VECES...
He soñado mil veces con un salto en el tiempo. He visto extraños desfiles sobre pasarelas de cristal en espirales ascendentes. He tenido sueños concéntricos (despertaba y el sueño seguía allí). Sueños prehistóricos en busca de algún fuego. Sueños medievales tras un cáliz mitológico. Sueños con enormes Palacios de Justicia, entre pasillos selváticos. También hubo casas desconocidas en un conocido sur (y un lago encrespado y un altillo con libros en desorden). Y un extraño recital poético en una suerte de burdel a cielo abierto. Y presencias queridas amor y vino parpadeos galácticos cuchillos maquillajes susurros profecías reflejos sed sexo caravanas amenazas intangibles. Y, claro, esa caída sin fin (tan propia de los sueños) que precede al momento en que los ojos se abren al abismo.
Daniel Rafalovich (Santa Fe, Argentina, 1958)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Dejá tu comentario: