sábado, 25 de marzo de 2017

2 POEMAS DE HORACIO CASTILLO (h)





CAVILACIONES


Acercarse a la ventana con los ojos diurnos oprimidos,
que caigan por el espeso aire y se vuelvan cavilación,
y de ese mundo allá afuera, de anónimos objetos transitorios,
de mundanas pertenencias que nos ignoran,
alejarse como quien cierra la boca para no hablar,
como espantando las moscas o el asombro con la mano.








PERTENENCIAS


Desde el barco, la costa es la mínima señal,
una duda que el ojo insiste en componer.
De alguna manera, alejada para mí,
te has apropiado del mar y un invierno ha llegado.
Será que ahora, todo este vasto territorio,
que separa esta vida de la otra,
inminente de arrepentimientos, de comuniones inexorables,
será, digo, algo que te pertenece
como lo azul pertenece a esos pájaros que se suicidan en el mar.




Horacio Castillo (h) (La Plata, Argentina, 1968)
Fuente: "Ánima cruda", Horacio Castillo (h), Editorial El Mono Armado, 2015.

domingo, 12 de marzo de 2017

3 POEMAS DE ELENA ANNÍBALI


TABACO MARIPOSA

aprendí a fumar con rubén
enrrollando tabaco mariposa en papel
de seda

lo hacíamos de noche
sentados en un escalón de la casilla
mientras a nuestros pies
sus lánguidos perros soñaban
con la sangre dulce de las liebres
en el monte cercano

a veces todo era oscuridad, salvo
su cara
iluminada brevemente por el fuego
como un animal
por los relámpagos

el día que se fue del pueblo
me dejó su radio
y los jabones partidos
que yo usaba pasándomelos
despacio
por el cuerpo
con la última espuma disuelta en el agua
se fue, también, la memoria
y el deseo de él
una cosa fragante
y sutil
como los eucaliptos
cuando los moja la niebla










en el fuego de la cocina calenté un ladrillo

lo llevé a la cama, del lado
donde duerme el hombre

le dije: amor mío
cuánto te parecés al anterior
la misma mudez, la misma
carencia de ideas,
el mismo virgen corazón
de no haber sentido, nunca,
nada








UNA PIEDRA ARROJADA


Esto es el tiempo: una piedra arrojada desde la altura
de Dios o de los hombres,
circular, pulida por el camino de fuego y aire que atraviesa,
ese espacio vacío en que —dicen—,
se desarrolla la falacia de la eternidad.
Cae sobre el agua y abre el círculo de nuestra vida.
Todo cabe allí:
las máscaras desiguales que nos protegen o evidencian
—como en un absurdo teatro de luces y sombras—
el número de los días en que fuimos felices,
cada uno de los ásperos amaneceres en que negamos los sueños,
la vidriosa transparencia de los animales que acariciamos,
la rara inocencia que no pudo pervivir en nosotros.
La piedra cae. Y cuando el círculo alcanza
su máxima definición, desaparece,
y las ondas no son ya más que un eco triste
disperso entre otros círculos, de otras vidas,
que no son las nuestras. Ese roce sutil,
ese leve toque de agua será el encuentro
entre dos cuerpos,
ese pedazo de amor, rabioso y breve,
hurtado a la muerte.







Elena Anníbali  (Oncativo, Córdoba, 1978)