no intentes rastrear la semilla
en un río oscuro
no es allí donde se pergeña el augurio
hay que ahondar
en la rosa sumergida
que atomiza el aullido de la sangre
y brama
como un ciervo sin mácula
que solo puede amar
llueve
llueve
sobre los vidrios
lívida desnudez en la memoria
una mano dice adiós en la tristeza
el hervor de la siesta en la cornisa del guijarro
la acequia y su guadaña
bendicen tu inocencia
Mirta Venezia (Buenos Aires, 1965).
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