martes, 25 de octubre de 2016

3 POEMAS DE MONTSERRAT MARTíNEZ COBO







A ESA MUJER LA LLEVA EL VIENTO



A esa mujer la lleva el viento
pero no parece importarle
ni tampoco la ráfaga o el ruido
que deja tras de sí.

A esa mujer le viene una paloma
y una jaula la espera con un ojo
abierto en el espejo, una jauría,
la formación de los glaciares.

A esa mujer que lleva un horizonte
en su vientre mientras el agua
la despluma y la limpia,
a esa mujer le llueve
la carne del pájaro primitivo
y su primer vuelo a través
de las esporas de la noche.

Esa mujer engendra espacios,
raíces que se adentran
en el solitario dolor
de las algas que sobreviven

por debajo del hielo.





SOÑARÁS



Soñarás que el viento es la voz
en los pulmones de un ahorcado.
Soñarás con el aire en su garganta,
con el niño antes de ser hombre
y tenderse en su piel
como un sábana esparcida
llena de bocas y ojos.

Soñarás con su mano seca,
con las flores marchitas de sus dedos,
con un rebaño de abedules
y la urgencia de la mañana
sobre un cuerpo desnudo.
Estas son las ramas del paraíso.
Aquí solo es posible el balanceo
de la hierba y las llamas que se elevan
de nuestros cuerpos a la noche.
Si recorto la luna del paisaje
sólo estamos nosotros.
Entre tus manos y la vida
pasa un sueño, un ahorcado.
Mi cuerpo enfrente de tu rostro.
El reconocimiento.
Un aire vagabundo de silencios.
La envoltura del agua.
Amor mío, este miedo de entender
la cuerda bajo el árbol.



TUS OJOS, MIS OJOS


La luz húmeda de los ojos que nos miran

tus ojos
mis ojos

y la creación de los insectos.

No finjamos más allá de las crisálidas
cuando el cuerpo brota
debajo de la piedra.

Entre dos hojas pegadas
entre lo inerte que se pudre
y la sensación anónima
de pretende el refugio
de la víscera. No, todavía
no si todavía nos queda
por observar el agua turbia
y ver los pececillos
sacarlos antes de que tengan alas
y puedan mordernos.

Mirándote,
mirándote hasta que el eco
me confunda con tu forma de llamarme
mirándote hasta que me arrastre el sonido
de la oscuridad hacia sus dientes.

Tus ojos
mis ojos

dos veces dos orugas
devorándose invertebrados
como dos parásitos
las telarañas,
las pupilas.

Montserrat Martínez Cobo
Fuente: Nuevas Voces (XXIX Selección), Colección Torremozas, Madrid, 2016.

domingo, 23 de octubre de 2016

3 POEMAS DE GERARDO CURIÁ



Hay una piedra azul


En la piedra azul
está la muerte
como el sutil equilibrio
que hace a su belleza,
espuma de sal en la arena de las playas
y la distancia.
Todo lo frágil que gira hacia el olvido
y regresa en sus formas más puras.

Hay una piedra azul
en cada piedra
y la atraviesa el viento de lo efímero
en esa tarde eterna en la que existe.






La piedra azul y el viento



Junto a la laguna de los patos
hay una piedra azul
trabajada por el agua de barro
año tras año
hasta formar pequeños huecos
que se enlazan por dentro
en galerías de oscuridad
donde suelen descansar los insectos
y el viento del pantano
que viene del este
penetra
para hacer llorar
al silencio de la piedra.







La piedra azul y los suicidas

I


En la palma de su mano
descansa una piedra azul
y en el centro de la piedra
la constante fuga del presente
gira sobre la memoria
hacia un limo fértil
donde germina la cepa
más preciada del dolor.



Gerardo Curiá (San Pedro, Buenos Aires)

7 POEMAS DE CARLOS DARIEL




la bruma cede
entre tenues latidos
mi voz urgente





aguardo el tren
una bella a mi lado
también espera





un viaje en tren
después de la gran lluvia
cierro los ojos






tus ojos suaves
me liberan del cuerpo
y sus fantasmas





llanto de piedra
mi corazón acoge
remotos tiempos





triste naranjo
ya no tienen sus ramas
más que una hoja





salta una trucha
alegría en el lago
por la mañana





Carlos Dariel (Buenos Aires, 1956)

Fuente: "Bajo el fulgor", Carlos Daniel, Ediciones El Mono Armado, 2015.




2 POEMAS DE JUAN LUIS GIMÉNEZ VICTORICA






2



(desde una foto sepia)

Es pliegue de mar
su vestido de gitana.




10





Ella
hace de la oscuridad
esta rosa recién nacida.





Juan Luis Giménez Victorica (San Miguel, Buenos Aires, 1965)

Fuente: "Nocturnas inocencias", Juan Luis Giménez Victorica, Botella al Mar, 2012.


4 POEMAS DE TERESA ORBEGOSO






Después de una guerra a nadie obliguemos amar.


Amar, esa palabra resuena vacía, flota en el aire como si tú no la conocieras, sin poder entrar en ti. Como si no la hubieras pronunciado nunca. Y otra aparece y se repite. Un intento para que tu tierra esconda y niegue. Polvo sin oxígeno. Fuente de su poder tu herida, la herida de la hija. Fuente de su miseria tu sonrisa, la sonrisa de la hija.









En el Perú lo sagrado pesa y nos lastima. Como una enorme aguja invisible nos cose, uno a uno. A esa hora, en ese día, muere, como hija de los siglos, nuestra soledad. La sal como un estado de gracia. No hay Dios que hable adentro.










Repite la palabra Perú hasta olvidarla. Patria, ausencia de metáfora. Nuestros libros están escritos para no reconocernos. Nuestros libros tan blancos y nosotros tan rojos. Si alguien, quizá alguna hija, pudiera hundir la vara en el cerro nuevo. Si alguien, quizá algún hijo, quisiera mostrarnos el mar nuestro. Agrega tu nudo al quipu, entra en su poema.









En el cementerio de los poetas Valdelomar crea un nuevo idioma. Ya no sabe escribir poemas, sólo echa agua a los claveles. Así va a la cima, de lápida en lápida con su escalera de madera. Lo músicos lo llaman para despedir a los nuevos muertos. Limpia el vidrio y pinta sus nombres. Flores, dice. No hacen falta más flores. En el geranio, los geranios, en la orquídea la mariposa.





Teresa Orbegoso (Lima, 1976, Reside en Buenos Aires)


Fuente: "Perú", Teresa Orbegoso, Buenos Aires Poetry, 2016.





martes, 18 de octubre de 2016

2 POEMAS DE DANIEL RAFALOVICH


Lunas y vendimias han pasado
y ahora me pregunto:
¿qué hacías aquella noche
sentada en ese umbral
en una calle desierta, fría
(tu largo negro abrigo
corrido el rimmel de tus ojos
tus ojos enrojecidos mínimos
tu mirada vacilante como un claro espejo
tendido hacia la nocturna luz
del universo)
balanceándote, instintiva,
en un sillón-hamaca imaginario
diciéndome (así, sin anestesia)
"te esperaba"
"tengo sueño"
y "mirá que loca, esa luna"
justo a esa hora
en que la noche del sábado
hierve de máscaras, poses,
ansiedades
y algún dios-cicerone
me regalaba un instante
una noche
un instante
de verdad?





HE SOÑADO MIL VECES...

He soñado mil veces con un salto en el tiempo. He visto extraños desfiles sobre pasarelas de cristal en espirales ascendentes. He tenido sueños concéntricos (despertaba y el sueño seguía allí). Sueños prehistóricos en busca de algún fuego. Sueños medievales tras un cáliz mitológico. Sueños con enormes Palacios de Justicia, entre pasillos selváticos. También hubo casas desconocidas en un conocido sur (y un lago encrespado y un altillo con libros en desorden). Y un extraño recital poético en una suerte de burdel a cielo abierto. Y presencias queridas amor y vino parpadeos galácticos cuchillos maquillajes susurros profecías reflejos sed sexo caravanas amenazas intangibles. Y, claro, esa caída sin fin (tan propia de los sueños) que precede al momento en que los ojos se abren al abismo.




Daniel Rafalovich (Santa Fe, Argentina, 1958)

lunes, 10 de octubre de 2016

3 POEMAS DE MARCOS SILBER


No deja dormir. La tormenta.
La tormenta no me deja dormir.
La de adentro. Arrasa con todo
el viento de incesante furia.
En la cabeza. Adentro.
Y no deja dormir. La tormenta.
La tormenta no me deja dormir.
Llama. Golpea y llama.
De un temporal a otro corre
la tormenta en la cabeza.
De un temporal a otro corro.
Chiquito.







DE LOS BIENES NECESARIOS
Dos peces, uno para sí, otro para el ciego de la costa.
Dos camisas, una camino del lavado, la otra que vuelve.
Dos sueños, uno que acude al deseo,
otro que recupera los muertos queridos.
Dos parcelas de tierra, una para el rosal,
otra donde se pondrán a soñar mis huesos.
Dos papiros, uno para eternizar la palabra,
otro para anotar el nombre del desconocido.
Dos gatos, uno para buscarme en el cristal de sus ojos,
otro para recordar los modos de la distinción. Dos lápices, uno para viajar hasta el horno de la palabra,
otro para que vuelva con ella.
Dos voces, una para celebrar el silencio,
otra, para sostenerlo.
Dos caballos, uno para comer de sus espumas de libertad
cuando divide el horizonte
en la carrera de la playa;
otro, también.



Alegorías

Cuando escribo “ellos”
aparece el retrato de mi gente.
Si digo “derrota”
es porque nos cruzamos sin advertirnos.
Apunto “fuego”, para regresar
a la caverna donde recuperar mi sombra.
Copio “partidas” y se oye
el aullido negro de perros abandonados.
Subrayo “juego” y bajan colores
y más colores para batir a la niebla.
“Mesa” descubre un jardín de sublimes porcelanas.
“Sueño”, señala a la gigante bestia que baila feliz.
“Lilas”, se ofrecen para que las lleve al poema.
Cuando anoto “tranvía “acude el temblor
de una emoción de olas que no ceden.
“Abuelo” se presenta para que descubra
el desconocido rostro de su voz.
Y si dibujo el nombre de mi amada
será la rendición de los enemigos;
a saber: la soledad, la zozobra,
y la perversa lámpara
que me alumbra la puerta de salida. 


Marcos Silber (Buenos Aires, 1934)

5 POEMAS DE CARINA SEDEVICH


Enciendo la lámpara de sal de la montaña
junto a mi cama.
Me suelto el pelo
recordando las canas invisibles.
Me acuesto entre las sábanas de hilo
con la bata dorada de la China.
Debajo mi piel blanca no desea
ni en sus botones rosados
ni en sus lunares pálidos.
Sobre la almohada se escuchan mis anillos
porque está fresco, quizás,
y se afinaron mis dedos.
El oro, la plata, la amatista.
Afuera la noche se ha espesado
porque terminó la luna llena.
Empieza el mes que precede al invierno.
Qué ligera que soy sin tus deseos.
Qué dulce corre el alma
en mi esqueleto.
Qué cierta es esta cara y estos flancos
qué ciertos que son,
qué delicados.
Me admira mi gata, blanca y parda,
y yo la admiro a ella en su silencio.
Hasta el perfume rojo de las flores
tengo.
Qué ligera que soy sin mis deseos.




Amor


De una materia turbia y demorada
son los días.
La ternura es posible
y la tristeza
un pan administrado con justicia.



Unas láminas de sarro se desprenden
y golpean las paredes de mi jarra.
Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.
Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.




Mi hijo llama por la madrugada desde Gibraltar
donde hay mucha bruma sobre el mar, me dice.
Aquí se escuchan los teros sobre el campo.
El eco de la bomba de mi corazón
podría percibirse con las manos.
Quizás como una soga áspera y mojada
bajando la roldana de un aljibe.
¿Es posible el frío que sube desde el agua?
Tal vez el frío, hijo, nos perviva.



El olvido es un fruto que requiere trabajo.
Casi siempre tardío, pero rara vez dulce.
No es uva ni es la parra donde pende el racimo.
No es como la sombra que daría la parra
ni como sus raíces contraídas y bruscas.
Se parece a la piedra del cantero y la fuente
que apisona la parra, que la ordena y la ciñe.


Carina Sedevich (Santa Fe, Argentina, 1972)

3 POEMAS DE OSVALDO BOSSI



Mi amigo Raulito

I


No sé cómo hace la gente
para separar las aguas con un cuchillo.
Yo siempre tuve de la amistad
una idea muy rara, o no tuve
ninguna idea, como si de mi corazón
y de mis pensamientos
brotara una ramita común y silvestre
y al rato -al mes, al año- de la misma rama,
del mismo árbol, volvieran a caer
no sé qué frutos delirantes.




III


A mí me hubiera gustado olvidarme
de Raulito Lemos,
de su pelo negro y azulado, un poco
apelmazado en la nuca,
de su mirada de ojos chiquitos y saltones
pidiéndome todas las noches lo mismo.
No que lo quisiera (porque mi cariño
estaba a la vista) sino que me inclinara en esa tierra
que se extendía bajo las estrellas,
peligrosamente, junto a él.





VI


Para mi bien o para mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.



Osvaldo Bossi (Buenos Aires, 1963)

Fuente: "Chicos malos y otros poemas", Osvaldo Bosssi, Editorial Conejos, 2012.