Si no fuera por esa indeclinable tentación
Uno sube a lo más alto de sus posibilidades,
desde allí mira el mundo como quien observa
a través de un microscopio.
Con subestimación,
ve a la humanidad,
su derrotero y se compadece.
Uno va a lo alto
y se olvida de cosas terrenales.
Los pensamientos se secan en la maceta
los yuyos tapan la yerbabuena,
se olvida uno
cuando ejercía las veces de jardinero,
daba agua regularmente
a su tierra y esperaba la flor.
Uno se abandona en las nubes
descansa sostenido por un hálito engañoso
que ayuda al desenlace.
Uno se alimenta de estrellas
de todas las galaxias posibles
hasta que actúa la ley de gravedad
haciendo ver que es tarde
para arrojar lastre por la borda.
Uno entonces cae
toma la pala, el rastrillo, la regadera,
pensando en el edén
que pudo conquistar
si no fuera por esa indeclinable tentación
que ejercen las alturas.
Uno acaricia entonces la tierra
con sus manos como quien busca
definitivamente la cura.
desde allí mira el mundo como quien observa
a través de un microscopio.
Con subestimación,
ve a la humanidad,
su derrotero y se compadece.
Uno va a lo alto
y se olvida de cosas terrenales.
Los pensamientos se secan en la maceta
los yuyos tapan la yerbabuena,
se olvida uno
cuando ejercía las veces de jardinero,
daba agua regularmente
a su tierra y esperaba la flor.
Uno se abandona en las nubes
descansa sostenido por un hálito engañoso
que ayuda al desenlace.
Uno se alimenta de estrellas
de todas las galaxias posibles
hasta que actúa la ley de gravedad
haciendo ver que es tarde
para arrojar lastre por la borda.
Uno entonces cae
toma la pala, el rastrillo, la regadera,
pensando en el edén
que pudo conquistar
si no fuera por esa indeclinable tentación
que ejercen las alturas.
Uno acaricia entonces la tierra
con sus manos como quien busca
definitivamente la cura.
Cumpleaños
Pasa que uno ya no se ata
los cordones de los zapatos como antes,
y entonces piensa
mucho más que de costumbre.
Estoy ante eso que se pierde
definitivamente,
igual que los conejos del mago
que ya se jubilaron,
y ni galera ni estofado,
apenas la mirada socarrona
de algo que alguna vez estuvo,
y nunca supimos si fue gracioso,
bienvenido o patético.
Saltitos, nada más,
de la galera al humo que vino a devorarlos.
Por si todo esto fuera poco,
las canas no me quedan como a Anthony Quinn.
Pero, debo reconocer, todavía hay niños
cargando mi cabeza.
los cordones de los zapatos como antes,
y entonces piensa
mucho más que de costumbre.
Estoy ante eso que se pierde
definitivamente,
igual que los conejos del mago
que ya se jubilaron,
y ni galera ni estofado,
apenas la mirada socarrona
de algo que alguna vez estuvo,
y nunca supimos si fue gracioso,
bienvenido o patético.
Saltitos, nada más,
de la galera al humo que vino a devorarlos.
Por si todo esto fuera poco,
las canas no me quedan como a Anthony Quinn.
Pero, debo reconocer, todavía hay niños
cargando mi cabeza.
Patricio Emilio Torne (Santa Fe, Argentina, 1956)
Fuente: http://www.opcitpoesia.com/?p=3375
http://losniniosdejapon.blogspot.com.ar/2014/01/cumpleanos-por-patricio-emilio-torne.html
Qué preciosos los dos! Muy buenos!
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