viernes, 8 de febrero de 2019

6 POEMAS MÁS DE SUSANA CABUCHI







Carta a mis abuelos



Vuelvan.
Cúbranme de su idioma
volador
como las arenas de Maaloula.
Denme la luz
los rostros y los nombres queridos
que dejaron allá,
donde tú
abuelo
usabas botas negras y los ojos alegres
y tú, abuela
bordabas el viento
en los manteles
y estabas con tu madre
y sonreías.
Cuéntenme de la tarde
cuando se conocieron
y del paisaje donde nació mi padre.
Cuéntenme la tristeza que tenían,
cuéntenme los recuerdos que trajeron,
cómo cantaban mientras lavaban ropa.

Hoy viajan en mi sangre
las calles de su tierra,
la piel oscura de sus hombres,
el calor de sus casas
como piedras calientes.
Y me suben a la boca
dátiles como hostias
y aquella fe en El Libro
que nunca dejaban de leer.
Y me crecen
higos dulces con nueces
y viajes con mucha pobreza
y niños vendiendo telas en canastas
y pueblos enteros caminando
y arroz envuelto en hojas húmedas de parra
y leche agria con menta seca
y cruces
y más cruces
como el dolor de toda la familia.

Yo bendigo la tierra
que le han dado a mi alma
y esta música
ardiente
como el sol de Damasco.

Ahora
que duermen con todos los parrales
en la tumba
y que en la casa
no están ustedes y han muerto
los canarios,
les prometo un racimo de uvas
este verano.








Estuvo aquí


Estuvo aquí,
en mi vida.
Trajo todas sus cosas,
ni su tristeza se olvidó.
Dobló su ropa en los estantes,
tomó un lugar para guardar su pipa,
puso dos tazas con café en la mesa
y vio pasar los pájaros
detrás de la ventana.

Pero miró el reloj
y dijo que era tarde.
Afuera, el cielo estaba azul.





Paisaje II


Hay un olor a pasto
removido
por la lluvia de enero.
Ni una brisa
sorprende,
y un indeciso sol
ilumina la tarde.
Algunas cabras
lentas
se refugian
bajo los árboles
y están limpios los postes del alambre
y transparente el aire.
¿Sabrá esta mansa lluvia
que hace crecer el río?


(de "El corazón de las manzanas")







4


Llovía
para que la hermana mayor
se lavara sus cabellos.
Entonces
danzaba por el patio
persiguiendo la lluvia,
sostenía su balde
bajo el hilo más grueso
y el agua
cantaba sobre el agua.
El viajero
colocaba pequeñas vasijas
en los desagües
y ayudaba
poniéndolas al fuego.
Océanos misteriosos
los baldes de la hermana:
nos quedábamos
mirando,
entre las astillas del fondo,
distancias infinitas.
Y todos
nos sentíamos orgullosos
después,
cuando con la mano
               abría
sus oscuros cabellos
y brillaban.






11


El viejo Duque
ha seguido inmediatamente
al viajero.
Cuando lee, a las siestas,
sobre los troncos grandes
de la leñera,
Duque apoya su cabeza
sobre los gastados zapatos del hombre.
Desde que llegó
nuestro perro lo ha elegido.
Por el olor a jume, quizás,
como la madre.





14


El viajero
ayuda a la madre
en la cocina
y al padre
en la carpintería.
Cuando los dos trabajan la madera
hablan de ir a pescar
el próximo verano.
Y aunque todos creemos
que para aquellas fechas
nuestro amigo se irá,
es una alegría ver al padre
reír
y gesticular
mostrando
cómo serán de grandes
los peces
que traerán para la cena.


(de El viajero)



Susana Cabuchi (Jesús María, Córdoba, 1948)

Fuente: "El corazón de las manzanas", Susana Cabuchi, Alción Editora, 2018.
             "El viajero", Susana Cabuchi, Editorial Vientodefondo, 2018.




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