La noche hermosa
Algo hace guiños junto al corazón:
es esta noche hermosa que se abre en diamantes,
emplazada en el limbo de la soledad,
zanja y latido, bazar omnipresente.
¿Por qué habría yo de ensalzar mi desierto,
zamarrear una sangre hondamente dispuesta
para el abrazo interminable con la vida,
y derramar así, fatal, agrio racimo,
la oración que me ciñe?
El sabor de la Historia me lo llevo
como un ser mineral, caído en la tiniebla.
Yo sé la lista de los durmientes que me esperan
sin volver la mirada.
Yo tuve y tengo lo meditativo por delante,
cada extravío como un cáncer solar.
Es decir, no me engaña el Deseo.
Digo que cuanto escuche o desmenuce
quedará para nadie, temblando en el follaje.
Sin embargo, en esta noche bella,
voy haciendo un relevo de palabras sinuosas,
recónditas bajo la luz, agua en mis ojos,
porque invento que en ellas va mi salvación.
Repetí 50 veces la palabra estar
Repetí 50 veces la palabra estar.
Estar.
Las variaciones
(el tono, la noción vibrátil)
no tienen importancia
ante la única variante: yo.
En tanto estoy, permanezco,
hago pie, escribo.
La única variante,
la única posibilidad de ser
sobre la materia tosca.
Estar.
Presente ante un celador absoluto.
Presente en una hilera infinita.
(Carne y palabra, paranoia y lástima.)
Y vuelvo, me repito,
digo impunemente, humildemente
aquí, aquí (muy alto no lo digo.
Y continúo.
Sublunar
No te recuestes, no le reclames bálsamo al rocío.
Tampoco arrojes de la culpa su escabrosa pasión.
Por un oscuro corredor metafísico nos deslizamos.
Pises lo que pises, debajo hay sangre.
José Emilio Tallarico (Buenos Aires, 1950-2019)
Fuente: Tallarico -1987- poemas de la treintena, José Emilio Tallarico, La Porteña, 2018).
Querido y admirado José Emilio.
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