Superstición
¿Cuántos espectros miran
nuestro retrato cotidiano?
¿Cuántas voces participan
en las decisiones más ridículas?
Té o café
manteca o mermelada.
El aire se carga de voces
antiguas
intraducibles
llenas de polvo
y migrañas.
A veces no es mi mano
la que teje
tampoco es mi boca
la que lame.
Quiero decir:
estoy poblada
y aunque no alcance el estatus
de ciudad
pueden verse algunas luces
en mi espalda.
COMO UNA MOSCA
Dos moscas copulan sobre la mesa negra. Una vibración pequeña pero potente las mece. Quisiera ser mosca y vibrar sobre la mesa. Tener alas dentro de una casa ajena que tiene las ventanas abiertas y deja al sol colarse. Contemplar una salida próxima y disponible. Tentarme con el calor de las cuatro paredes blanquecinas como nieve. Esperar sobre la mesa a que otra vibración me alcance, y estar lo suficientemente eléctrica como para que no importe:
morir de un golpe seco,
ser arrastrada al piso
con el envío de un repasador azul y blanco cuadrillé.
Silvestre
Soy oveja silvestre
no sirvo para ganado
me gané los campos a fuerza
de escapar.
Puedo correr con el sol ardiéndome en los ojos
y mis lanas crecen ásperas
crecen.
Nadie me dice hacia dónde tengo que ir
y no digo que sea fácil:
hacer camino te aleja
te vas volviendo ausencia.
Ya casi soy un viento que viene
a desplumar el trigo,
y ahuyentar los pájaros.
Natalia Figueira (Vive en Tandil).
Fuente: Flora y Fauna, Mención del Concurso de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, 2019, Salta El Pez Ediciones, 2021.
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