miércoles, 11 de julio de 2018

2 POEMAS DE JACQUELINE GOLDBERG




HOY TENGO QUE HACER MUCHAS COSAS/ HAY QUE MATAR LA MEMORIA/HAY QUE PETRIFICAR EL ALMA/ HAY QUE APRENDER DE NUEVO A VIVIR (ANA AJMÁTOVA)



EL CERDO Y EL TSUNAMI (2004)


Toda escritura exige calentamiento de nudillos.
También de mandíbula.

                                                                                   (Suena el Réquiem en D Menor de Mozart,
                                                                                                  dirigido por Herbert Von Karajan)



Así vuelve aquel año.

La llamada anuncia un corazón hecho trizas,
mi padre en un hospital de ultramar.
Su válvula mitral exigiendo mutar tejido de cerdo
por sangre de mi sangre.

Subí a un tempranero avión
el día en que mi hijo cumplía cinco años.
Lo dejé.
Me dejé en su rostro ignorante de lo demás.

Sólo cuando sucedieron las explicaciones,
los modos del pronósticos y el miedo,
me sepulté frente al televisor.

Otros corazones habían sido arrasados.
Un sismo de magnitud 9.1
ocurrió a las 00:58 UTC en el Océano Ïndico,
con epicentro en la costa oeste de Sumatra.

El terremoto fue nada.
Los ahogos fueron nada.

Pronto atacó una jauría de tsunamis
en las costas de catorce países:
los más sufridos, Indonesia, Malasia,
Sri Lanka, India y Tailandia.

Se habla de 229,866 pérdidas humanas,
entre ellas 186,983 muertos
y 42, 883 desaparecidos.

Las estadísticas no mencionan
posibles fallecidos en la primorosa Birmania.

Era entonces uno de los nueve desastres naturales
más mortales de la historia moderna.

El peor deslave familiar ocurría sin espumas,
en la mínima ensenada
de una sala de cuidados intensivos.

Discutíamos acerca de estruendos
y horas de cirugía.

Sobre mi padre pendía un pulpo.

Era la imprudencia de un año casi ido,
la de otro que sería peor.

Mientras escribo (26 de diciembre de 2014)
miles de personas en toda Asia
recuerdan con plegarias, ofrendas y discursos
una magnífica pared de agua.

"Había cristal, metal, trozos de madera,
ladrillos, era como estar en una lavadora llena de clavos",
explicó a la AFP Andy Chaggar,
superviviente británico.
A su novia se la llevó el tsunami
de un bungaló de la playa de Khao Lak.

Nosotros, sin cuido de mareas,
celebramos otro año de milagros,
el cerdo que se hizo corazón de mi padre.







CADA SUICIDIO ES UN SUBLIME POEMA DE MELANCOLÍA (HONORÉ DE BALZAC)



EL MÁS HERMOSO SUICIDIO (1947)




Evelyn McHale habría sido una joven más
-californiana, huidiza-,
pero subió al mirador del Empire State Building
la mañana del primero de mayo de 1947.
Y se convirtió en la suicida más bella del mundo.

El vuelo pudo haberla destrozado:
son normales fracturas en huesos de piernas
y columna vertebral,
severos traumatismos de pelvis.

El viaje de ochenta y seis pisos,
a una velocidad terminal de doscientos kilómetros por hora,
suele reventar la aorta y las cámaras del corazón,
hundir todo precioso cráneo.

El golpe seco deja en el cadáver muecas de dolor.

(Sólo se lanza desde un edificio
quien está irrevocablemente determinado a morir.)

Pero el cadáver de Evelyn sería pulcro,
con una pierna sobre otra,
la mano jugando con su collar,
el rostro plácido, la boca anhelante.
Como posado por un ángel sobre la carrocería maltrecha.

Robert Wiles escuchó el estallido,
corrió y fotografió a la difunta.
La imagen fue publicada
ese mismo mayo en la revista Life,
con el título El suicidio más hermoso.

Evelyn llevaba consigo una nota
con instrucciones para su funeral y el desamor:
"Él es mucho mejor sin mí (...)
yo no sería una buena esposa para nadie".

Se sabe:
hay bellas despedidas,
horrendas primaveras,
bellos cadáveres,
bellas catástrofes.



Jacqueline Goldberg (Venezuela, 1966)

Fuente: "Las bellas catástrofes -poesía documental-", Jacqueline Goldberg, Editorial El Estilete, 2018.


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