3.
¿Y
qué hago yo en una procesión al gauchito gil?
Y se va llenando el campito
de
hombres y mujeres
y
de sol.
De
banderines de colores.
Cada
grupo arma su stand
se
saludan entre ellos,
se
abrazan.
Satisfechos,
creyentes se abrazan.
Un
camino de poesía armó Silvia de Villa Curita.
Emociona
transitar esos hilos bien tensos
agarrados
a la tierra del campito por ladrillos huecos.
Hilos
que sostienen hojas canson
con
poesías hechas por sus alumnos
me
dice Silvia orgullosa.
Graciela
me regala un corazón
hecho
con un retazo de tela celeste y estrellas negras.
Y
me muestra cada uno de los trabajos
hecho
en su taller de costura:
bordado
mexicano,
almohadones
drapeados,
bolsos
playeros,
muñecos
hechos de medias recicladas.
Juntame
medias, me dice.
Los
chicos jugaban
con
sus risas a cuestas
tirados
en una sábana.
Venían
a mi stand por los chupetines pegoteados
que
tenía para compartirles.
Me
ofrecían sus ventanitas de niños de 6 años.
Me
contaron que en la casillita blanca
habían
visto a un saltamontes y un bicho bolita.
Y
llega la procesión a viva voz de parlante.
En
un carro tirado a caballo llega el gauchito y su cruz a escala real.
Y
explota la canción religiosa que todos cantan.
Se
acerca la niña de ventanita a la vista
me
trae un secreto en su mano:
Bicho
asustado hecho bolita negra.
Pienso
qué lindo sería enroscarme sobre mi misma
como
mecanismo de defensa.
Transformarme
en una bola casi perfecta y lisa.
Y
rodar entre los fieles
hasta
llegar a ese lugar perfectamente
húmedo
donde
resguardarme.
Para
no morir.
4.
El
día que pronuncié las palabras
me
brotaron dos llagas en la lengua
para
recordarme
que
no hay olvido
sin
dolor.
8.
Eso
nomás, vida,
eso nomás.
Edith Vera.
Que
me robes la nariz
todas
las veces que sea necesario
para
atravesar todos los bosques
que
tenga que atravesar.
Que
vivamos en una realidad
donde
las colitas de rana
sanen
sanen
todo
y
construyan puentes
bellos
puentes
para
que me encuentres.
Que
juguemos de Gua’u a buscar colores
¿tendrá
el cielo tu color?
suerte
para tí.
Y
para mí
el
borí borí calentito de esta mesa.
Y
que ese lago Azul de Ypacaraî
tarareado
cada mañana
procure
un corazón de viaje
sobre
un cascarón de nuez.
11.
Y
cómo se pasa
del
alegre chapoteo con tus pequeñas botas
del
charco de barro
del
cencerro que anuncia
al
perro negro que te acompaña
en
el tiempo donde las vacas y los relinchos
son
puro descubrimiento rodeado de monte
A
saber que la única luz que te alumbra
es
la del trueno
en
la inmensidad de la noche grillada
¿Cómo
no refregarte los ojitos
ante
la tormenta oscura
que
se avecina?
Vanina Santoro ( Caseros, Provincia de Buenos Aires, 1984)
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