martes, 27 de diciembre de 2016

5 POEMAS MÁS DE DANIEL FREIDEMBERG



Mayo


Ahora que fuimos arrojados,
gracias a Dios, del Paraíso,
vemos pasar dos autos (uno
celeste, uno negro), una
                          camioneta roja, una
enorme hoja de diario, arrastrada
                          por un viento real
y, a nuestros pies, un bicho color tabaco
en el instante mismo de entrar en la muerte.
Señor por qué me abandonaste (...) Porque
Yo no existo. Anoche, en medio del
                                         chasquear de la lluvia,
bajos eléctricos y percusión y gritos:
parece una despedida, te dije, de qué.
Como empujado por los aires del mundo, el
                                                         pedazo de diario
cruzó la calle. Ahora, quieto contra una pared,
                                no significa nada. Vemos también
plumas de ave gris, una lata, agua que el aire hace temblar.





Octubre (III)


Le gusta dejarme pensando, le gusta
sacarme de mí  - por un instante:
pequeños triunfos, pequeñas derrotas,
como en las vueltas del amor
donde no está cuando voy a buscarla,
ni estoy cuando la encuentro. Me gusta
decir lo que ya sabe  -  que voy a decir,
como quien prueba hasta dónde llegar
o entra a ser parte de una danza.
Como los cuerpos en el aire, las palabras
se van rondando, se tocan, se apartan, son
nada más, entre los ruidos
de este atardecer, palabras;
nuestras palabras: las vemos
hacerse y girar, nos gusta
quedarnos de pronto callados, mirarlas
posarse lentas al fondo de todo.




Abril (II)


El que escribió en lo alto una estrella, y ve
alta en la noche una estrella, ¿la misma?,
el que pronuncia estrella, el que pregunta
a qué escribir cuando todo está dicho, sabe
que no es verdad o se lo dice para
no enmudecer. Es-tre-lla, esa voz va tocando,
como quien da un paso y otro, las sílabas
¿para que no se apaguen? ¿para que
no se termine un mundo al que cantar?
                                                     ¿Para tocar,
nada más, algo que, al ser tocado, cante?
Estrella escribe estrull escribe esoquesigueahì.




Octubre (IX)


Ese, tu rostro que, en el vidrio
de la ventanilla descansa
contra la noche que ocupó el paisaje,
iluminado (mal) por la luz del vagón
donde el mundo es lo que es, temblando.




Abril (X)


¿Poesía para conmover? Sì, como quien abre
la puerta del ascensor, la de la calle, y sale.
¿Como a las sombras sale
de casa la amada? Como quien
salió, sí, y
                no tiene ya a dónde.
¿Como el que arrojar, dijo, el
cuerpo en la lucha? Como quien
tiene un cuerpo para perder, y
lo sabe, como quien ya perdió
                                      el cuerpo y el alma.
Poesía de un alma que sale a perderse, acá.




Daniel Freidemberg (Resistencia, 1945)

Fuente: "En la resaca", Daniel Freidemberg, Editorial Paradiso, 2007.


lunes, 12 de diciembre de 2016

2 POEMAS DE ALICIA SILVA REY


Cuando las habitaciones fueron desnudadas, 
por encima de todo lo que hubo y lo que fue, 
cubriéndolo, 
hice colocar un paño de terciopelo. Verde.
Porque esa era mi voluntad y porque debía 
concentrarme día y noche, sin pausas, 
en callar, perfeccionando el acallamiento 
hasta completarlo.








Carrington


 La bala en la cajita de plata, italiana o francesa.
Todo era tan hermoso, colores de paloma y lavanda,
                                                                las alfombras,
los árboles afuera, cada pequeño
objeto resplandeciente. Los cubiertos, la fruta embellecen
                                                                              la porcelana
en un jardín en Ashchan. También antes había
fallado en convertir
el deseo, todo
el deseo, en discurso. La cajita de plata hace el silencio
que precede a toda última luz.







Alicia Silva Rey (Quilmes, Buenos Aires, Argentina, 1950)

Fuente: http://el-placard.blogspot.com.ar/2016/02/pieta-alicia-silva-rey.html

            http://unadepoetas.blogspot.com.ar/2012/02/iniciales-alicia-silva-rey-gato-leche.html





2 POEMAS MÁS DE JOTAELE ANDRADE



Ahora que el mundo está lleno de días



no llegues hasta la otra orilla del espejo

no todavía

no encuentro alguna gracia
humana
para que te quedes

no sucede que pueda decirte:

la luz del sol es amable

no tengo ejemplos con qué alentarte
envejezco
y envejeces

ya no cortaré las tiernas hierbas que crecen
en el bozo
joven

ya no soy tu hijo

soy un hombre que lustra sus zapatos en silencio

soy el extraño soñado por quien no sido nunca
el humo que se eleva después del disparo

acaso me pensaras la bala
contra los cristales del mundo

acaso me deseabas
amoroso
blanda materia
agua ante la sed

no
soy mi propio desconcierto blandiendo
una bandera derrotada

y ahora el mundo está lleno de días
de reactores nucleares
de músicas
de ruidos

lleno de fetos
palabras claveteadas
trompetas funerales

oh el mundo está lleno de días
que saltan como peces alrededor de la carnada

el mundo es algo hinchado
una herida infectada

y yo no quiero que te arrojes como un puñado de sal sobre esas aguas

y quizás sospeches que no es por amor
bien sabes
que si raspas el oro
goteará sangre y río envenenado

es sólo andar desorientado en la marea

y este miedo de no recuperar algo
que alguna vez
fue hermoso

y que no ha sido cierto








Veloz la brasa cae en su ceniza


ahora un pálido amor nos agrupa en torno a un leño
que combustionó
de pronto
y del que intentamos guardar la brasa

ah nuestras manos se incrustan en lo inasible

ahora es un instante
sobrepasado
por el cuervo que ha dado su graznido sobre el mundo

solo el pequeño jardín

cae el cielo
devastado

¿es necesario exhibir
hacia el sol de la tragedia
a estas palabras
cavar la tierra y la calumnia
donde se instaura la hierba mala que crece con lo no dicho?

desearíamos guardar de otro modo
este pálido y doliente amor

y no en este cerco donde se debate
como una bestia
aterrada o triste

no escribir en su espalda
con hierros al rojo
un código ya indescifrable
un árbol que corre en la tormenta

acaso el secreto doloroso que compartimos
a lo lardo de genealogías
y días

quisiéramos romper filas
mudos

no mirar la velocidad de esta brasa cayendo en su ceniza



Jotaele Andrade (La Plata, 1974)

Fuente: "La rosa orgiástica", Jotaele Andrade, Añosluz editora 2016.



3 POEMAS MÁS DE VALERIA CERVERO






una escama
de realidad soporta
el peso casi inocente
de cruces, atajos,
superposiciones, desvíos

se impregna
de la humedad de este día
absorbe su calor, su vértigo
su olor a arena rancia

no pide más pretextos
que el de la música que apaña
cada resto de sí

una mínima parte
de dicha o desconsuelo
parece decir
que todavía









¿dónde queda la intensidad
del color que reinventa el ojo
cuando la escasa luz o la distancia no dejan
imagen o trama de lo que era claro?

¿qué define la insistencia de esta voz,
su reparo, su rabia de días opacos?

¿cuál es la luz entre nosotros, ahora,
cuando tantas luces revelan el mundo?









Contenedores apilados definen el viaje de hoy.
Creer en la transparencia de los deseos no logra
sino confundir lo que podría ser nuestro.
Un avión que no despega deja su vuelo
para otras posibles rutas de invierno.
Paisajes que permanecen lejos
siguen llamando al encuentro que haga
la claridad y el calor de lo que no se perdió
y permanece intacto en el centro. Mientras
la ruta real se crea minuto a minuto
con lo que dejamos que sea.






Valeria Cervero (Buenos Aires, 1972)

Fuente: "Sin órbitas", Editorial El ojo de mármol, 2016.




martes, 6 de diciembre de 2016

2 POEMAS MÁS DE MARIANA FINOCHIETTO





1



Cuando
aún
tenía la altura
de una espiga,
vos ya eras
tan alto
como el sol.

Te acercabas
a mí
con retazos
de nube
en la mirada.

Y me subías
a tus hombros
para que aprendiera
cómo es
tocar el cielo.




35


Ésta era la muerte,
entonces.
Este jadeo en pos del aire,
la mano que se estira
en busca de la luz.

Hay cierta belleza
en al afilada línea
que dibuja
la urgencia
en los huesos.
La muerte pule
a los cuerpos
como el mar
a las piedras.

Si se lograra,
por un instante,
despojarse
de la vanidad de la tristeza,
se podría observar
que jamás
esos ojos que se extinguen
tuvieron tanta luz.


Mariana Finochietto (Argentina)

Fuente: "La hija del pescador", Mariana Finochietto, Editorial La Magdalena, 2016.






1 POEMAS MÁS DE CLAUDIA MASIN





LAGARTO


Pero estoy a punto de volver a los días donde me quemaba
al sol, un lagarto comiéndose el calor,
con la boca abierta al cielo y los ojos cerrados, el cuerpo
rugoso y pesado plácidamente sostenido
en la rompiente del verano, justo en el punto
donde alcanza su máximo poder para después empezar
a declinar. Es ahí donde estoy llegando:
al tiempo en que nada había empezado todavía
a marchitarse, cuando entre los yuyos del fondo
crecía una flor salvaje y verla daba miedo y alegría,
porque era espléndida, de una belleza muy diferente
a la de las flores nacidas y criadas en el jardín,
que apuntaban orgullosas hacia el cielo pero eran domésticas,
no sabían de los montes desmesuradamente fértiles
en que los árboles de troncos deformes, los animales hoscos
vivían por el sólo placer de seguir vivos, de respirar el aire
que quedaba a salvo de la polvareda
y la sequía. Estoy empezando a sentir lo que sentí entonces,
el trueno que sacude a las criaturas
amansadas a la fuerza, el silbido en el aire
que precede a la caída de la fusta sobre el lomo, el segundo
en que empieza a cultivarse la posibilidad de la revuelta
que va a ir filtrándose en la médula, en los huesos
como un líquido parecido a una savia espesa esparciéndose
desde el corazón implacable de un árbol
capaz de resistir sin daño el ataque de los haceros.
Estoy llegando al día anterior a que empezara el desorden
y se diseminara el dolor hasta cubrirlo todo,
una ráfaga de humo espeso que entró en el alma
hasta confundirse con ella para siempre. Entonces,
justo entonces, ahí me quedo, en el momento en que supe
que llevará toda la vida encontrar la forma de  vivir
sin someterse ni hacer daño, pero que vale la pena:
ni la mansedumbre ni la violencia pueden
contra ese peso que cae sobre la espalda de todos
cuando termina el ínfimo tiempo
en que está permitido vivir fuera de la ley
según la cual lo enfermo habrá de ser salud
y viceversa. Estoy, por fin, entrando al torrente de la siesta
donde me dormí sin conocer todavía
el soplo de ese mal sobre la frente, sin temerlo.
La niñez es un temporal que pasa rápido,
y rápido hay que seguir la estela que dejó para no perderla.
Si hay algo que está intacto, tendrá que haber quedado ahí
y hay que encontrarlo: el animal
que al llegar la crudeza del invierno se metió en la sombra
después de haber absorbido toda la luz,
esa es la bestia castigada a la que hay que dejar suelta,
para que se cure las heridas sola y sola salga a correr
hasta que pueda abandonar su ferocidad y su miedo
monte adentro.


Claudia Masin (Chaco, Argentina, 1972, reside en Buenos Aires)

Fuente: "La cura", Claudia Masin, Hilos Editora, 2015.


4 POEMAS DE DIEGO L. GARCÍA


frecuencia I
(esa trampa de ver)


a Tato Briones, por la música a Leo Lugo


I


¿Qué vibraba en la falta de lo que no era
exceso / ni soberbia en el tramo incompleto?
sólo preguntas a las preguntas
y la epifanía de un revés
un tono de la noche que no conocíamos
¿qué era aquello que éramos entonces / cuando
la música nos hablaba sin aplausos?





frecuencia II
(interferencia en concierto)



la unión internacional de tele-
comunicaciones lo saluda estimado
contribuyente que ha dejado sobre la mesa
una taza de café recién preparado ha
corrido el colectivo esta mañana
y regado las plantas por la tarde a usted
más que un amigo sí / no cuestione
si "la mesa" que nombro es
algo más que una partícula filtrada
por sus tímpanos o un soplo
del lobo ya cansado en la noche
que ha cazado / una mancha
en la página doscientos dieciséis
que impide leer "me-
sa" acaso u otro término
la misma mesa donde el café reposa
y no lo vemos






"el tiempo duro está acá" decía un blues
durante la gran depresión cuando los discos
eran usados como prótesis para los que quedaban 
la gran depresión está acá / el mundo-acá
la telaraña del mundo nuestra / un estribillo
desgarrado / huyamos de california en un
auto viejo para alistarnos en la trinchera
próxima / sequía a cuyo eco le debemos
nada menos que la receta de los diarios / acá /
estancados a medio camino / felices
de cultivar la arena que nos llega








las noticias sólo vienen en latas de conserva
durante estas crisis / sí los peinados
pueden ser abundantes o las frases
de contrabando / pero los gajos
de verdad que alfombraban esta calle
cuando el sol no valía tanto
ya no se ven / los ha barrido el
buen apellido que atraviesa las paredes
y dice "hemos traído la novedad
convertida en papilla dietética"
y viérase cómo aplauden




Diego L. García (Berazategui, 1983)

Fuente: "Esa trampa de ver", Diego L. García, Añosluz editora, 2016.

1 POEMA MÁS DE CARLOS BARBARITO




Eire


Adivino el pasado y el porvenir de la piedra con solo poner mi mano en ella. Adivino qué sostiene al ave en su vuelo y a tu vientre mientras andas desnuda por la casa. Es, sin duda, una isla. Una porción de tierra en medio del mar donde, sin nacer allí, allí nací y supe de inmediato la química de la acuarela, la física del amor escondido entre las hierbas, la geometría de la tormenta tanto tierra adentro como en la costa. Nada dejo porque todo me llevo, en la espalda. Hay adelante un pez que vuela. Hacia el dominio del fósforo. Hacia el ademán traslúcido, el árbol en llamas, el lejano delfín que en su salto abarca de Alfa a Omega la Filosofía. No soy yo en realidad. Es el fin del carbunclo, el final de la torpeza, la conclusión del diálogo con la sombra, el pronunciamiento del almíbar, la virginidad de la mirada que cae como cae, de golpe, una espada azotada.


Abril, 4, 2016



Carlos Barbarito (Argentina)

Fuente: "Botella al mar 1946-2016 Antología", Botella al mar, 2016.


6 POEMAS DE DANIEL GAYOSO



Huestes

8


Y un pie,
en el festejo,
no dos.


14


Qué paz.
Lástima haber
hablado.





(de La inicial infinita)



La luz sin nombre


2


Bajo esta luz
hay un rito invisible,
más claro aún.



8


Manta de sombra,
sálvame, que hoy he sido
casi feliz.



17


¿De dónde vienes
cuando faltas, así,
llena de brisa?




Sólo púrpura


26


¿Quién me golpea
justo cuando más duele?
¿Quién sabe tanto?


(de Sólo púrpura)



Daniel Gayoso (Buenos Aires, 1957)


Fuente: "La inicial infinita", Daniel Gayoso, Imaginante editorial, 2016.
             "Sólo púrpura", Daniel Gayoso, Imaginante editorial, 2012.


1 POEMA DE MARCELA GALVÁN





No soy más que un instante
sostenido por espejos.
Tu voz la llave hacia el infinito.
Me deshago   fugitiva.
viajo por paisajes velados.
Liviana
   atravieso los muros.

Estoy cerca.
              Las palabras no importan.



Marcela Galván (Buenos Aires)

Fuente: "Naufragar en espirales", Marcela Galván, Imaginante Editorial, 2016.

lunes, 5 de diciembre de 2016

3 POEMAS DE SILVIA BARÓN SUPERVIELLE


entre el intervalo
del relámpago
y la explosión
del trueno

me identifica
el instante









que nadie
me cierre los
párpados

quiero verte
perturbar
la eternidad








devuélveme la
diferencia
entre el sol
y la lluvia
mi vasta soledad
donde podía
correr

devuélveme la
ciudad de la noche
una ventana





Silvia Barón Supervielle (Buenos Aires, 1934, reside en París)

domingo, 20 de noviembre de 2016

5 POEMAS DE SANDRA WASILEWSKI


CUENTA LA LEYENDA


Cuenta la leyenda
que hay una cuadratura exacta
en la que están alineados
todos los planetas
los deseos
las estrellas fugaces
los agujeros negros
las estaciones
las miradas
los pensamientos
y que ciertos cuerpos
están destinados
a no tocarse nunca, dicen.
Y es justo ahí
en esa baldosa azul
de la parada del 60
donde te vi
por primera vez.





ORACULAR


I

Que me corte la respiración digo.
Y dejo de respirar en ese instante
mientras la emperatriz
me observa desde la mesa.
Que me deje seguir respirando
ahora digo.
Y en todo su esplendor aparece
la rueda.
¿Habrá sido, entonces,
buena fortuna
haberte perdido?




II
La emperatriz sobre la mesa
gesta algo.
No sé.
La rueda invertida
a la derecha.
Pérdida
perdida
¿Será beneficioso perderte?
El oráculo no miente.
Yo sí.



HAY VIENTO AFUERA


Hay viento afuera.
A cada rato me asomo.
De la soga podría soltarse algo
un pulóver, la remera verde
una media
podría salir volando
porque hay viento
y podría perderse y no volver
y caer en algún patio
con plantas y perros
y tal vez un limonero.
Todo producto del viento.
Yo ya estoy parada en la cornisa.



LA MUJER MARAVILLA


La mujer maravilla
es mamá de cuatro pibes.
Cambió su avión invisible
por una Gol Country.
Sólo por comodidad.
La mujer maravilla
compra la tintura
en la misma perfumería
que yo.
La mujer maravilla
engordó veinte kilos
y llora,
todos los domingos
a las seis de la tarde.


SANDRA WASILEWSKI (Capital Federal, 1971)

Fuente: Poemas enviados por la autora.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

4 FRAGMENTOS DE POEMAS DE CLAUDIO ARCHUBI







Virtus o de la casa del viento (fragmento)


1


Crecí en una ciudad de viento.

Me rodearon mis compañeros, inquietos, sin entender por qué ante ellos algos frágil, sin virtud, casi como una advertencia, ofendía la solidez de sus cuerpos bajo los neones del verano. Porque a la fiesta violenta de la juventud hasta mis amigos entraban, como turistas en las olas, a contraviento.

Habían aprendido a resistir.





Bonitas o del encuentro con la Bondad (3 fragmentos)


3

Me dije: para encontrar -suelen decir- hay que cerrar los ojos.
Y pensé en nieve tras nieve.
Y sospeché de una tercera nieve y de un camino.



4


Grandes acontecimientos picaron mi cuerpo, pusieron su fría espuma y su llovizna, desplazando lo no crecido.
Yo insistía.



5

Años se perdían bajo mi mano. Livianos, blancos.
Cosas pequeñas deshechas en lo abierto.
Ella permaneció ahí, atravesada por por el cansancio de haber visto.

¿Veía en mí la nieve?





Claudio Archubi (Mar del Plata, Argentina, 1971)

Fuente: "La máquina de las alegorías", Claudio Archubi, Buenos Aires Poetry, 2016.

martes, 25 de octubre de 2016

3 POEMAS DE MONTSERRAT MARTíNEZ COBO







A ESA MUJER LA LLEVA EL VIENTO



A esa mujer la lleva el viento
pero no parece importarle
ni tampoco la ráfaga o el ruido
que deja tras de sí.

A esa mujer le viene una paloma
y una jaula la espera con un ojo
abierto en el espejo, una jauría,
la formación de los glaciares.

A esa mujer que lleva un horizonte
en su vientre mientras el agua
la despluma y la limpia,
a esa mujer le llueve
la carne del pájaro primitivo
y su primer vuelo a través
de las esporas de la noche.

Esa mujer engendra espacios,
raíces que se adentran
en el solitario dolor
de las algas que sobreviven

por debajo del hielo.





SOÑARÁS



Soñarás que el viento es la voz
en los pulmones de un ahorcado.
Soñarás con el aire en su garganta,
con el niño antes de ser hombre
y tenderse en su piel
como un sábana esparcida
llena de bocas y ojos.

Soñarás con su mano seca,
con las flores marchitas de sus dedos,
con un rebaño de abedules
y la urgencia de la mañana
sobre un cuerpo desnudo.
Estas son las ramas del paraíso.
Aquí solo es posible el balanceo
de la hierba y las llamas que se elevan
de nuestros cuerpos a la noche.
Si recorto la luna del paisaje
sólo estamos nosotros.
Entre tus manos y la vida
pasa un sueño, un ahorcado.
Mi cuerpo enfrente de tu rostro.
El reconocimiento.
Un aire vagabundo de silencios.
La envoltura del agua.
Amor mío, este miedo de entender
la cuerda bajo el árbol.



TUS OJOS, MIS OJOS


La luz húmeda de los ojos que nos miran

tus ojos
mis ojos

y la creación de los insectos.

No finjamos más allá de las crisálidas
cuando el cuerpo brota
debajo de la piedra.

Entre dos hojas pegadas
entre lo inerte que se pudre
y la sensación anónima
de pretende el refugio
de la víscera. No, todavía
no si todavía nos queda
por observar el agua turbia
y ver los pececillos
sacarlos antes de que tengan alas
y puedan mordernos.

Mirándote,
mirándote hasta que el eco
me confunda con tu forma de llamarme
mirándote hasta que me arrastre el sonido
de la oscuridad hacia sus dientes.

Tus ojos
mis ojos

dos veces dos orugas
devorándose invertebrados
como dos parásitos
las telarañas,
las pupilas.

Montserrat Martínez Cobo
Fuente: Nuevas Voces (XXIX Selección), Colección Torremozas, Madrid, 2016.

domingo, 23 de octubre de 2016

3 POEMAS DE GERARDO CURIÁ



Hay una piedra azul


En la piedra azul
está la muerte
como el sutil equilibrio
que hace a su belleza,
espuma de sal en la arena de las playas
y la distancia.
Todo lo frágil que gira hacia el olvido
y regresa en sus formas más puras.

Hay una piedra azul
en cada piedra
y la atraviesa el viento de lo efímero
en esa tarde eterna en la que existe.






La piedra azul y el viento



Junto a la laguna de los patos
hay una piedra azul
trabajada por el agua de barro
año tras año
hasta formar pequeños huecos
que se enlazan por dentro
en galerías de oscuridad
donde suelen descansar los insectos
y el viento del pantano
que viene del este
penetra
para hacer llorar
al silencio de la piedra.







La piedra azul y los suicidas

I


En la palma de su mano
descansa una piedra azul
y en el centro de la piedra
la constante fuga del presente
gira sobre la memoria
hacia un limo fértil
donde germina la cepa
más preciada del dolor.



Gerardo Curiá (San Pedro, Buenos Aires)

7 POEMAS DE CARLOS DARIEL




la bruma cede
entre tenues latidos
mi voz urgente





aguardo el tren
una bella a mi lado
también espera





un viaje en tren
después de la gran lluvia
cierro los ojos






tus ojos suaves
me liberan del cuerpo
y sus fantasmas





llanto de piedra
mi corazón acoge
remotos tiempos





triste naranjo
ya no tienen sus ramas
más que una hoja





salta una trucha
alegría en el lago
por la mañana





Carlos Dariel (Buenos Aires, 1956)

Fuente: "Bajo el fulgor", Carlos Daniel, Ediciones El Mono Armado, 2015.




2 POEMAS DE JUAN LUIS GIMÉNEZ VICTORICA






2



(desde una foto sepia)

Es pliegue de mar
su vestido de gitana.




10





Ella
hace de la oscuridad
esta rosa recién nacida.





Juan Luis Giménez Victorica (San Miguel, Buenos Aires, 1965)

Fuente: "Nocturnas inocencias", Juan Luis Giménez Victorica, Botella al Mar, 2012.


4 POEMAS DE TERESA ORBEGOSO






Después de una guerra a nadie obliguemos amar.


Amar, esa palabra resuena vacía, flota en el aire como si tú no la conocieras, sin poder entrar en ti. Como si no la hubieras pronunciado nunca. Y otra aparece y se repite. Un intento para que tu tierra esconda y niegue. Polvo sin oxígeno. Fuente de su poder tu herida, la herida de la hija. Fuente de su miseria tu sonrisa, la sonrisa de la hija.









En el Perú lo sagrado pesa y nos lastima. Como una enorme aguja invisible nos cose, uno a uno. A esa hora, en ese día, muere, como hija de los siglos, nuestra soledad. La sal como un estado de gracia. No hay Dios que hable adentro.










Repite la palabra Perú hasta olvidarla. Patria, ausencia de metáfora. Nuestros libros están escritos para no reconocernos. Nuestros libros tan blancos y nosotros tan rojos. Si alguien, quizá alguna hija, pudiera hundir la vara en el cerro nuevo. Si alguien, quizá algún hijo, quisiera mostrarnos el mar nuestro. Agrega tu nudo al quipu, entra en su poema.









En el cementerio de los poetas Valdelomar crea un nuevo idioma. Ya no sabe escribir poemas, sólo echa agua a los claveles. Así va a la cima, de lápida en lápida con su escalera de madera. Lo músicos lo llaman para despedir a los nuevos muertos. Limpia el vidrio y pinta sus nombres. Flores, dice. No hacen falta más flores. En el geranio, los geranios, en la orquídea la mariposa.





Teresa Orbegoso (Lima, 1976, Reside en Buenos Aires)


Fuente: "Perú", Teresa Orbegoso, Buenos Aires Poetry, 2016.





martes, 18 de octubre de 2016

2 POEMAS DE DANIEL RAFALOVICH


Lunas y vendimias han pasado
y ahora me pregunto:
¿qué hacías aquella noche
sentada en ese umbral
en una calle desierta, fría
(tu largo negro abrigo
corrido el rimmel de tus ojos
tus ojos enrojecidos mínimos
tu mirada vacilante como un claro espejo
tendido hacia la nocturna luz
del universo)
balanceándote, instintiva,
en un sillón-hamaca imaginario
diciéndome (así, sin anestesia)
"te esperaba"
"tengo sueño"
y "mirá que loca, esa luna"
justo a esa hora
en que la noche del sábado
hierve de máscaras, poses,
ansiedades
y algún dios-cicerone
me regalaba un instante
una noche
un instante
de verdad?





HE SOÑADO MIL VECES...

He soñado mil veces con un salto en el tiempo. He visto extraños desfiles sobre pasarelas de cristal en espirales ascendentes. He tenido sueños concéntricos (despertaba y el sueño seguía allí). Sueños prehistóricos en busca de algún fuego. Sueños medievales tras un cáliz mitológico. Sueños con enormes Palacios de Justicia, entre pasillos selváticos. También hubo casas desconocidas en un conocido sur (y un lago encrespado y un altillo con libros en desorden). Y un extraño recital poético en una suerte de burdel a cielo abierto. Y presencias queridas amor y vino parpadeos galácticos cuchillos maquillajes susurros profecías reflejos sed sexo caravanas amenazas intangibles. Y, claro, esa caída sin fin (tan propia de los sueños) que precede al momento en que los ojos se abren al abismo.




Daniel Rafalovich (Santa Fe, Argentina, 1958)

lunes, 10 de octubre de 2016

3 POEMAS DE MARCOS SILBER


No deja dormir. La tormenta.
La tormenta no me deja dormir.
La de adentro. Arrasa con todo
el viento de incesante furia.
En la cabeza. Adentro.
Y no deja dormir. La tormenta.
La tormenta no me deja dormir.
Llama. Golpea y llama.
De un temporal a otro corre
la tormenta en la cabeza.
De un temporal a otro corro.
Chiquito.







DE LOS BIENES NECESARIOS
Dos peces, uno para sí, otro para el ciego de la costa.
Dos camisas, una camino del lavado, la otra que vuelve.
Dos sueños, uno que acude al deseo,
otro que recupera los muertos queridos.
Dos parcelas de tierra, una para el rosal,
otra donde se pondrán a soñar mis huesos.
Dos papiros, uno para eternizar la palabra,
otro para anotar el nombre del desconocido.
Dos gatos, uno para buscarme en el cristal de sus ojos,
otro para recordar los modos de la distinción. Dos lápices, uno para viajar hasta el horno de la palabra,
otro para que vuelva con ella.
Dos voces, una para celebrar el silencio,
otra, para sostenerlo.
Dos caballos, uno para comer de sus espumas de libertad
cuando divide el horizonte
en la carrera de la playa;
otro, también.



Alegorías

Cuando escribo “ellos”
aparece el retrato de mi gente.
Si digo “derrota”
es porque nos cruzamos sin advertirnos.
Apunto “fuego”, para regresar
a la caverna donde recuperar mi sombra.
Copio “partidas” y se oye
el aullido negro de perros abandonados.
Subrayo “juego” y bajan colores
y más colores para batir a la niebla.
“Mesa” descubre un jardín de sublimes porcelanas.
“Sueño”, señala a la gigante bestia que baila feliz.
“Lilas”, se ofrecen para que las lleve al poema.
Cuando anoto “tranvía “acude el temblor
de una emoción de olas que no ceden.
“Abuelo” se presenta para que descubra
el desconocido rostro de su voz.
Y si dibujo el nombre de mi amada
será la rendición de los enemigos;
a saber: la soledad, la zozobra,
y la perversa lámpara
que me alumbra la puerta de salida. 


Marcos Silber (Buenos Aires, 1934)

5 POEMAS DE CARINA SEDEVICH


Enciendo la lámpara de sal de la montaña
junto a mi cama.
Me suelto el pelo
recordando las canas invisibles.
Me acuesto entre las sábanas de hilo
con la bata dorada de la China.
Debajo mi piel blanca no desea
ni en sus botones rosados
ni en sus lunares pálidos.
Sobre la almohada se escuchan mis anillos
porque está fresco, quizás,
y se afinaron mis dedos.
El oro, la plata, la amatista.
Afuera la noche se ha espesado
porque terminó la luna llena.
Empieza el mes que precede al invierno.
Qué ligera que soy sin tus deseos.
Qué dulce corre el alma
en mi esqueleto.
Qué cierta es esta cara y estos flancos
qué ciertos que son,
qué delicados.
Me admira mi gata, blanca y parda,
y yo la admiro a ella en su silencio.
Hasta el perfume rojo de las flores
tengo.
Qué ligera que soy sin mis deseos.




Amor


De una materia turbia y demorada
son los días.
La ternura es posible
y la tristeza
un pan administrado con justicia.



Unas láminas de sarro se desprenden
y golpean las paredes de mi jarra.
Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.
Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.




Mi hijo llama por la madrugada desde Gibraltar
donde hay mucha bruma sobre el mar, me dice.
Aquí se escuchan los teros sobre el campo.
El eco de la bomba de mi corazón
podría percibirse con las manos.
Quizás como una soga áspera y mojada
bajando la roldana de un aljibe.
¿Es posible el frío que sube desde el agua?
Tal vez el frío, hijo, nos perviva.



El olvido es un fruto que requiere trabajo.
Casi siempre tardío, pero rara vez dulce.
No es uva ni es la parra donde pende el racimo.
No es como la sombra que daría la parra
ni como sus raíces contraídas y bruscas.
Se parece a la piedra del cantero y la fuente
que apisona la parra, que la ordena y la ciñe.


Carina Sedevich (Santa Fe, Argentina, 1972)

3 POEMAS DE OSVALDO BOSSI



Mi amigo Raulito

I


No sé cómo hace la gente
para separar las aguas con un cuchillo.
Yo siempre tuve de la amistad
una idea muy rara, o no tuve
ninguna idea, como si de mi corazón
y de mis pensamientos
brotara una ramita común y silvestre
y al rato -al mes, al año- de la misma rama,
del mismo árbol, volvieran a caer
no sé qué frutos delirantes.




III


A mí me hubiera gustado olvidarme
de Raulito Lemos,
de su pelo negro y azulado, un poco
apelmazado en la nuca,
de su mirada de ojos chiquitos y saltones
pidiéndome todas las noches lo mismo.
No que lo quisiera (porque mi cariño
estaba a la vista) sino que me inclinara en esa tierra
que se extendía bajo las estrellas,
peligrosamente, junto a él.





VI


Para mi bien o para mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.



Osvaldo Bossi (Buenos Aires, 1963)

Fuente: "Chicos malos y otros poemas", Osvaldo Bosssi, Editorial Conejos, 2012.

domingo, 4 de septiembre de 2016

2 POEMAS DE MARÍA MASCHERONI


Aquí hace falta...


aquí hace falta una oración
la ternura no ha llegado










Es como no haber aprendido nada...



es como no haber aprendido nada
encolumnados de este modo en las desapariciones
violentos y vedados vástagos crecen por doquier
dejan su semilla aún entre las piedras y la arena
y cómo tratar tanta insolencia y bravura

es la narración que no termina
sin maestros en esta historia de hijos cansados

sólo un pequeñísimo pájaro en el lugar paso próximo
extinto   casando para sí
como los nuestros




María Masqueroni (Buenos Aires, 1958)

Fuente: http://aromitorevista.blogspot.com.ar/2014/08/maria-mascheroni-3-poemas.html

domingo, 21 de agosto de 2016

3 POEMAS DE LORELEY EL JABER





El pasado
aparece de pronto
con un grado pasmoso de detalle
Es extraño
yo
que me pierdo a toda hora
no me pierdo ahí
rememoro cada imagen
con una precisión que asusta
Anoche recordé el último café
con aquel hombre amado
Mis manos negras apretando con fuerza
el libro de arena que llevaba conmigo
como un ancla de donde asirme
y no caer
Su mirada
tan ajena
y el café que tomé
sosteniendo
con mis ojos actores
esa lejanía
La iglesia donde me escondí
para morir sin taparme la boca
el olor de los bancos
y aquel silencio espeso
casi único
Volver a casa
con el libro sobre una mujer y el mar
tatuado en mí
Despertar al otro día
abrazada a esa playa calurosa
y a esa protagonista desvaída
Recuerdo esa mañana
música de radio, baño caliente
y un libro
alguna vez
acaso
hermoso
haciéndose espacio
en el estante más alto de la biblioteca








A pesar de este mar que adoro
que contemplo como una caricia
a pesar de mis hijos saltando olas
de su risa mojada en este paraíso
el ahogo vuelve a mí

Respiro como puedo
el agua me devuelve el reflejo de una batalla
mi garganta se cierra, entrega el aire, cede sumisa
como si la clausura diera su paso
a una revelación soñada

No sé si te das cuenta de mi miedo
sólo sé que te acercás y me das la mano
tan sólo eso
me das la mano
como siempre
Mi pecho no se libera
pero empieza a aquietarse
y el mar me presenta
su azul
también rabioso





Quien haya sobrevivido
al desborde de la lluvia
sabe
que se puede respirar en el agua




Loreley El Jaber (Buenos Aires, 1972)

Fuente: "La espesura", Loreley El Jaber, Ediciones Del Dock, 2016.


2 POEMAS MÁS DE GRISELDA GARCÍA





La foto robada


Se nos deber ver muy lindos
se nos debe ver hermosos
con el puesto de comidas
detrás a punto de cerrar
dejándonos encandilados
por la blancura del mediodía

pero mi mano en tu hombro
tiene el puño cerrado.

Se va a terminar
se escurre como arena
el mismo océano que miramos
como una imagen de póster
nos va a separar.

En marzo voy a recordarnos
con sorbetes de colores
y sombrillitas de papel.

Los lugares comunes suelen ser
los que contienen más verdad
nosotros caímos en todos.

En marzo el bronceado
va a ser solo un rastro.




Su ley



JB: ¡qué angustia elegir en un menú
                                    cuando hay tan poco tiempo!
                                                                          Mario Trejo


Esa tarde había muerto la vieja dama de la poesía
y en las redes aparecían las viudas y los deudos
para añadir su cuenta en el collar de la finada.

También nosotros destejimos anécdotas
sobre la anciana signora
eximia en el ejercicio de la crueldad.
No quise mirar el menú
iba a ser una cena extensa, como las de antes.

En otra fête galante la vieja poeta insistía
comé, estás flaquita, te cuidás el gostro
tenés linda piel, todas las noches
sacate bien el maquillaje, ¿vino no bebes?
mucha agua sí, tienes que bebeg.
Entre plato y plato me ponía a prueba:
¿has leído a Saba, a Ungaretti, a Quasimodo?
¿cómo no?, ¿pego cómo no?, ¡no hay tiempo, queguida!

También Emeté tomaba lección:
Zelda, ¿de qué ópera es este aria?
si no respondías en los primeros acordes
eras una burra musical, una ignorante.
Los viejos poetas buscaban súbditos.

La dama aprovechaba mis silencios
y se adormecía con el vapor del vino blanco.
Décadas de otro huso horario
habían cambiado sus costumbres.
Me pidió disculpas, aunque no eran necesarias
llamó al mozo, no me dejó pagar y me dijo
lo que tenía que hacer para ser una grand poett:

almuegza tagde y hasta la noche no veas a nadie

Le agradecí y nos despedimos.


Ninguna lamentó el fin de una breve amistad.



Griselda García (Buenos Aires, 1979)

Fuente: "Ahora", Griselda García, Ediciones Del Dock, 2016.




sábado, 20 de agosto de 2016

5 POEMAS DE SUSANA CABUCHI


EL DULCE PAÍS


Entonces, tus ojos eran caramelos de miel
y hablabas
de las bicicletas que regalaba el Niño Dios
a los que no podíamos comprarlas.
El río se callaba para que tú contaras figuritas.
Yo era alegre,
y eran alegres los nísperos del patio.
Y tú eras otro,
no el hombre de hoy
lejano como todos.
Cada domingo era una sorpresa de ciruelas,
de plaza con hamacas.
Tu padre cantaba en el taller
mientras tu madre
lavaba mamelucos de amor y aceite.
El mío no había partido todavía
y llegaba al hogar con dulces y regalos.
Yo oía con asombro tus mentiras
y creía en gigantes voladores
y en ángeles guardianes
que cuidaban tu ropa y mis zapatos.
Por cada diente el ratón nos compraba mandarinas.
La abuela, abría el gran ropero
y sacaba
turrones envueltos en papeles crocantes.
Si vuelves, como entonces,
con sombrero de piel y las manos con barro
verás, que guardo aún
el corazón de las manzanas.





LA CARTA

Ha llegado la carta.

Está sobre la mesa,
al lado de las flores.
La miro
                largamente.
Conozco la letra.

Pero la leeré
a la medianoche,
cuando los trenes
que pasan hacia el norte
hagan temblar
los vidrios de la casa.




DICHA


Mediodía de octubre:
con dos ciruelos blancos
y un cerco de geranios
la casa
del guardabarreras
es el paraíso.







PASOS

He bebido las aguas
del Shu – Am
como si no estuvieran
contaminadas.
A orillas
del río silencioso
crecen flores amargas
sobre las que he descansado,
                                leyendo.
Y no he pecado
sino
lo necesario.






CIELO

Sobre las montañas nevadas,
como una flecha oscura,
van los patos salvajes.
Cruzan.
Como tu sombra
           sobre mi corazón.






Susana Cabuchi (Jesús María, Córdoba, 1948)



Fuentes: http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/argentina/susana_cabuchi.html
             http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar/2008/06/susana-cabuchi.html
             http://poemaniainventario.blogspot.com.ar/2010/02/poemania-n-205-susana-cabuchi.html
             http://emmagunst.blogspot.com.ar/2013/11/susana-cabuchi-4-poemas-4.html