miércoles, 29 de noviembre de 2017

2 POEMAS DE PATRICIA VERÓN




EL PERRO


la orfandad acepta sentarse a dialogar
entre los dos y sonríe
cuando la niña lo acaricia


(de "Emilia")





3.

El cuchillo
adquiere la forma
de su víctima

la mano que lo empuña
dónde está?






Patricia Verón (San Justo, 1965)


Fuente: "Emilia", Patricia Verón, Editorial Arbolanimal, 2014.
             http://emmagunst.blogspot.com.ar/2015/08/patricia-veron-4-poemas-4-1.html

martes, 28 de noviembre de 2017

1 POEMA MÁS DE ELEONORA REQUENA


MANDADO


Se me dijo bébete la risa      drágate serena en tu butaca      sin levantar la voz  arrúllate    
mora como un vaso que recibe      deja abierta esa puerta      ella es calladita    
no te palpes    
mójate en el agua tibia      sin vacilación      no te demores      sal de ahí      cúbrete 
la piel mojada      y  siempre asiente
casi obedecí      pues vivo





Eleonora Requena (Caracas, 1968)

Fuente: http://www.poemaspoetas.com/eleonora-requena/mandado

lunes, 27 de noviembre de 2017

3 POEMAS DE FLOR CODAGNONE



¿Me decís el nombre de lo que nos une?
O si hay nombre
si los fantasmas se hacen cuerpo
o si el daño es hoy
“Mentime”, digo. Y caés
a centellear: No-puedo-mudar-de-piel.



*


Se están borrando las cicatrices
que me recuerdan que falta algo, mejor,
que hay algo enlazado, anudado
en el interior de mí.


*



No sé si lo soñé.
Hablabas dormido,
decías
cosas que apenas escuchaba,
pero entendía.
Era la noche del día
en que me desnudé
por primera vez.
¿Te acordás?
Bajaste el cierre falso
de la primavera
y quedé frente a vos
con un cuerpo
que todavía no era mío.



Flor Codagnone (Buenos Aires, 1982)




Fuentes: http://emmagunst.blogspot.com.ar/2015/03/flor-codagnone-8-poemas-8-de-mudas.html
               http://www.indiehoy.com/libros/mudas-de-flor-codagnone/

viernes, 24 de noviembre de 2017

3 POEMAS DE FLOR DEFELIPPE Y UNA YAPA


El terreno baldío
                       
Nunca supe cómo cruzar el terreno baldío
ni atravesar en skate las calles de tierra
ni hacer chistes visionarios y precisos
pero me trepaba a los árboles
y a los postes de luz
con la habilidad de un chimpancé.
Podía ver entonces la proyección diminuta de:

la casa los primos el lomo de un perro

el viento allá arriba era otro y el silencio
me pertenecía como
pocas cosas pueden pertenecer en la vida.

Después estaba el vértigo, y ese mareo de hamacas
cuando se arrojan las piernas
como serpentinas al cielo
en un primer instinto de supervivencia.





La vida tranquila


Poco llega de las fotos o su brillo real
sobre la mesa desprolijas parecen
parte de otro mundo, otra familia desprevenida
arrugando las caras por el sol.
Completamos de memoria algunos hechos
sin saber si fueron ciertos o nos inventamos esos años
cuando corríamos al mar, los padres en la orilla
gritando que no: la familia atada al cuello
como un tirón de cuerda ante el  impulso de un cachorro
la voz, un látigo, un vuelo de pájaro
que pierde fuerza poco antes de llegar.
 Corremos con los pies hundidos, dejamos huellas del tamaño
 de una cucharada en la arena, respondemos
al efecto de la tracción, mientras manos dóciles
nos alimentan, nos abrigan, desenredan
las hebras gruesas de pelo mojado, con silencio y paciencia
entre toallas secas. Pienso en cómo haré
para regresar a la calma
propia del nido, cómo haré con esta furia
que viene desde el mar:
sería separar a dos amantes
que eligieron mal el tiempo de su amor.
Mientras tanto los padres están ahí
en la parte tibia de la foto
se resguardan en la casa, los hijos, la vida tranquila
dejan al curso de las cosas hacer
lo que tiene que hacer
sin preguntarse quiénes eran ellos antes
de conformar esta unidad
antes de ser los padres, quiénes eran
a qué otra cosa quisieron con el fervor
de lo que no se puede abandonar.




Un mecanismo de supervivencia

Una banda narco cayó hoy: escondía cocaína
en ositos de peluche, ahora destrozados
sobre una mesa, el algodón saliendo a borbotones
de la cabeza arrancada del animal y los ojos,
dos caramelos negros y duros
brillando en la oscuridad.
Al costado, la pared y la luz fluorescente, las espaldas
desnudas de los narcos, cubierta la cabeza
con su propia ropa, como si no fuera
humana sino de vaca o de león cansado. Afuera de la casa
la mañana permanece y es la hora en la que todo
está por suceder. Vivo al lado de una escuela
parecida a la escuela a la que fui y parecida
a la que irán mis hijas y mis hijos y los hijos
y las hijas de mis hijos y mis hijas. Mi cuerpo
ya muestra la señal del descontento
que habita en todos los cuerpos: las manos
algo ásperas, los brazos cansados
las comisuras y sus líneas suaves:
un camino trazado sobre el que ya
no es posible regresar y las cosas
que simplemente abandoné y dejaron
de ser mías para siempre. Un tender, el balde,
las macetas vacías y apiladas
desde el principio de los tiempos, van
tomando forma, fijando
un mecanismo de supervivencia.
No sucede mucho más: anuncian un decreto, picadas
mortales, cada vez más parejas se separan
entre los 35 y los 40, una edad que tendré
en poco tiempo y aún así nada puede retrasar el lunes,
las hojas barridas prolijamente a un costado de la calle, el sol que roza
un fragmento de pared y forma un cuadrado blanco
que se vuelve claro, cada vez
más claro hasta borrarse por completo.


Flor Defelippe (Buenos Aires, 1982)



UNA YAPA: Dos poemas en la voz de Flor Defelippe



jueves, 23 de noviembre de 2017

4 POEMAS DE LAURA LÓPEZ MORALES


BÚSQUEDA


Un poema
me desnuda
y no soy más
que esa desnudez
cuando digo piedra.
Y no vengo
de otro lugar
que no sea el deseo
del agua
cuando digo río.




*



respirar donde antes hubo un bosque
te deja sin aliento

aprendí a caminar
entre los tocones talados
por eso pierdo el equilibrio
deambulo
porque no sé esquivar
lo que antes estuvo ahí
y ocupó un lugar
y tuvo un nombre

dijiste o insinuaste
que hay una voluntad en la ausencia
que tuviera cuidado
que de tanta frondosidad
podrías perderme de vista


*



Mi madre
toda ella se fue del guadal un día

de la escasez dice

para que yo
con idéntica escasez

viva entre los árboles.



*


Anotan los días del agua
y los días del trueno
pero no ven los caballos
en las laderas del sur

cuando la noche entra en los corrales
de nada sirve contar las faltas

las desperdigadas minucias

todo está aquí

junto al caliente asedio del miedo.



Laura López Morales (Córdoba, 1976)





Fuentes:

http://emmagunst.blogspot.com.ar/2013/04/laura-lopez-morales-3-poemas-3.html

http://www.opcitpoesia.com/?tag=laura-lopez-morales

http://poetasaltuntun.blogspot.com.ar/2015/11/laura-lopez-morales.html

https://campodemaniobras.blogspot.com.ar/2015/11/laura-lopez-morales-dos-poemas.html

2 POEMAS MÁS DE RITA GONZÁLEZ HESAYNES







los caminos del bosque



Todos nosotros conocemos
un camino como este en el bosque.
En la tierra húmeda, las flores.
En la senda, los pies que esperan
revelaciones de la senda.
Zumba insidioso el tábano,
crujen las hojas bajo el viento y la liebre
y este camino es todos los caminos.
El amante y el héroe
duermen a su costado,
la hechicera lo cubre de prodigios,
los turistas registran cada fibra de hierba,
cada lagarto al sol como un milagro
preso en la remota geografía del sueño.


Tantas veces recorrimos paisajes similares.
La vista no deja de tropezarse con los astros
nunca.
Los astros no dejan de parecerse al deseo
nunca.
Por los ríos de sangre y en la sangre del río
corre la savia de una hoja naciente
en la guirnalda de los universos.
Para los dioses esta es la eterna primavera
y el absoluto invierno
pero aquí, entre los hombres,
en los tristes y extraordinarios parajes de los hombres,
en las inocentes y estúpidas escenas de los hombres,
no hay danza que no obtenga su corona en el silencio.
Tan aterrador es el silencio,
tan resplandeciente,
tan sacro. En verdad el camino es silencioso.
A su sombra desfilan la rata y la serpiente,
la princesa, el bandido, el comerciante,
hasta perderse en la espesura
bajo el nombre de rocas, pájaros, maleza.

Así se atraviesa el bosque
el corazón del bosque y se contempla.




llueven flores


En la gran existencia
llueven flores,
y las manos son flores,
y los hombres y los ásperos frutos del trabajo,
las noches del amor y la tormenta,
la breve convulsión del mundo y sus horrores
florecen
para el ojo del lince o el gusano
que aguarda su alimento.

Nadie lo dude:
la existencia completa
se parece a esa calle imperturbable
donde vi cien mil flores derramarse,
celestes y amarillas y rosadas,
y bailé y llené el aire de besos y de risas
porque ahí estaba todo tendido para mí,
el banquete crucial de los vivientes,
y me acuciaba el hambre
de la flor arquetípica
que alguna vez arqueó los primeros estambres
sobre el primer pistilo.

Vi llover las flores esa tarde
y comprendí los juegos del deseo,
los ciegos carnavales de la vida.

Entonces caminaba con un ángel
ceñido a mis espaldas,
del cual yo era la sombra
y el peso de las alas,
y otro a mi lado
que me tenía asida de los cielos
y que yo no soltaba.



Rita González Hesaynes (Azul, 1984)

Fuente: "En la gran existencia", Rita González Hesaynes, Añosluz, 2017.

2 POEMAS DE ALEJANDRO MENDEZ CASARIEGO y UNA YAPA





(Pieles rojas)


Hay fotos que muestran
a niños con tocados de pluma
y las caras pintadas en señal de guerra
esos chicos entienden que lo que hacen
es una parodia de otras vidas
creen que son, pero saben que no son
los pieles rojas destinados a morir
a manos de un enemigo
mejor favorecido por la historia

Pero eso no les roba el heroísmo
de la batalla librada hasta el final
hasta el momento en que el último cae
asido al estandarte
eleva el grito final de wakantanka
el espíritu de búfalo
y establece un triunfo definitivo con su muerte

Ya saben algo de eso
porque lo han visto en blanco y negro
entre los relámpagos de una luz inestable
en imágenes que no pueden mentir

Algunos de esos chicos crecieron
odiando al carapálida
y aunque la vida los llevó

a celebraciones iluminadas por cristales
a existencias ordenadas y prolijas
aunque en apariencia sólo sean amaestrados
elementos del mundo que disuelve
sus antiguos alaridos de combate
en ellos cada tanto refucila
la mirada de Caballo Loco, agitando su hacha

Allí también, en los salones
en que se casan sus hermanas
y se reparten los tantos
un anhelo latente les nubla la mirada
y como dijo alguien
se les escapa el indio

Brutales eran
esos indios malos
chocante su cosecha de cueros cabelludos

Allí, en los años tempranos
se abren los caminos
Siguen habiendo cowboys que protegen su hacienda
y su familia
y pieles rojas que quieren existir
mientras aún pasten
búfalos en la pradera

Cada niño que ya está siendo hombre
elige su trinchera
a veces para siempre.




(Tristán)


Tristán nació de Loba
la doberman mayor del Coronel;
era una bola movediza
de pelo negro
Nunca habíamos visto
nada tan tierno como sus movimientos
reptando hacia las tetas
sus ojos cerrados en un placer
que nada puede reemplazar

caía luego en la modorra de los hartos

A los seis meses le cortamos la cola
y las orejas
porque así se estilaba

Lo amamos, esos días, como a nada o a nadie
Nos levantábamos temprano
tan sólo para verlo
estirarse en la cucha
frotarse el hocico en nuestras manos
y volver a su posición de ovillo

Antes de que cumpliera el año
se lo llevaron con mentiras
no nos dijeron dónde
y fue para nosotros
algo muy parecido al fin de todo
Tiempo después
fuimos a la casa de amigos
del otro barrio, el que estaba en el bajo
pegado al regimiento

Esas casas eran todas iguales:
las mismas celosías de madera
pintadas de un verde que llamaban militar,
galería de tejas, columnas de madera
canteros con prolijas margaritas
como para mostrar que éramos gente
parecida a toda la demás
De pronto oímos un sonido
metálico y agudo
como un desplazamiento
de acero sobre acero
y un pesado golpear de patas
trotando sobre el césped
Cuando alzamos la vista
un animal enorme, oscuro
con ojos como llamas
el hocico fruncido liberando los dientes
emitía el farfeo contenido
de las bestias a punto de saltar
Su expresión era de un odio tan extremo
que nos dejó sin aire

Lo reconocimos por una marca
que le había quedado en la oreja
en un error del corte
y una manchita más clara sobre uno de los ojos
No hemos podido
-es difícil- olvidar
ese momento en que el amor más profundo
se convierte en el peor de los miedos.




Alejandro Mendez Casariego (Buenos Aires)



La yapa:  El prólogo


Hiraeth es una palabra de origen galés. No tiene una traducción precisa al castellano, ya que su significado es tremendamente específico: describe la añoranza, el ansia de recuperar algo pedido, un tiempo y un espacio que ya no existen más que en la forma de recuerdo, de reminiscencia. Es decir, hiraeth  es el intenso, intensísimo deseo de un retorno imposible. El libro Pieles rojas, de Alejandro Méndez Casariego puede ser pensado -todo él- como una posible traducción de esa palabra a nuestro idioma.
Lo que subyase en cada uno de estos poemas como el tiempo perdido y -sorprendentemente- recobrado, restituido, vuelto a la vida, es la infancia: la verdadera, la única patria que todos tenemos, según Rilke. A ese territorio vuelve el poeta a relatar la historia y relatándola, la reescribe. Los poemas van construyendo un entramado, el de un tiempo que es -a la vez- real y mítico. Así, los terrores, los amores, los primeros dolores y disfrutes, las aventuras y desventuras de los niños, y sobre todo los peligros efectivos e imaginarios a los que se enfrentan, van convirtiéndose en el eje de estos textos. Aunque debiera decirse que el verdadero peligro que se anuncia en cada poema -asordinado, sutil, larvado, temible- es el momento en que la libertad salvaje de aquellos días nos será finalmente arrebatada, es decir, el inevitable tiempo en que la infancia se termina. Pero al mismo tiempo Pieles rojas nos dice también que las esquirlas de la infancia, las marcas que deja en el cuerpo, son indelebles: las historias que ese niño, esa niña que fuimos hizo propias, determinan a fuego nuestras vidas. Escribe Mendez Casariego:

Allì, en los años tempranos
se abren los caminos
Siguen habiendo cowboys que protegen su hacienda
y su familia
y pieles rojas que quieren existir
mientras aún pasten
búfalos en la pradera

Cada niño que ya está siendo hombre
elige su trinchera
a veces para siempre


Este es un libro despojado, certero, implacable: carga sobre sí con el peso de la celebración por lo que se ha tenido y de la pena por haberlo perdido. Nunca, sin embargo, hay en el pleno festejo ni pura melancolía. Más bien hay un tono que incluye claroscuros, los matices, las lentas variaciones de la luz y de la sombra a lo largo de un día, de una vida. Se trata -y es necesario decirlo con esta claridad- de un libro hermoso, y esta no es una valoración estética únicamente, porque el efecto de la belleza de este libro contiene una potencia que excede, en mucho, la del disfrute estético. La suya es una belleza que nos permite soportar lo que de otra manera sería insoportable: el anhelo, el deseo -urgente e irrealizable- de restituir lo ido, de reparar lo roto, ese deseo que solo la poesía nos permite alcanzar, al menos por el breve tiempo en que nos dejamos llevar por un libro tan hermoso como este, capaz de hacer que suceda lo imposible.


                                                                                                                                        Claudia Masin


Fuente: "Pieles rojas", Alejandro Mendez Casariego, Editorial Deacá, 2017.


martes, 14 de noviembre de 2017

2 POEMAS DE RAFAEL GABINO BRITEZ




17, el regreso


antes de la última tormenta
mi padre me dio un abrazo
me entregó su sombrero
una camisa blanca
(una rosa de los vientos
bordada en el pecho)
una antología de poetas latinos
un libro con estampas
de la Guerra del Chaco
un cuchillo de campo

eso es todo, me dijo
y se quedó extasiado

en la mancha de la pared
veía un mapa
de la ruta a su pueblo





40, el pozo


El que no duerme
reaviva una lumbre agotada en otra parte
penetra en cada poro de la noche
transmuta miedo en delirio
trafica una tristeza
obtiene silencio en hebras
del árbol de las sombras
desafía la voracidad
del fuego alrededor de sus papeles
busca refugio
en los márgenes de los días que huyen.



Rafael Gabino Britez (Almirante Brown, Provincia de Buenos Aires)

Fuente: "A espaldas de la noche", Rafael Gabino Britez, Ediciones Del Dock, 2016.