miércoles, 11 de abril de 2018

1 POEMA DE MARCELO RIZZI


§


en las libretas transcribir
sólo expiaciones: ser santo
de los rincones de la casa,
no echar raíces ni siquiera
en terrenos pantanosos;
volver con frecuencia después
de acabados los aceites
para unciones;
bajo toldos de lona donde siempre
parece que nunca ha llovido,
ser sin pertenecer al espacio donado,
ser sin estar del todo dentro
del mismo rasgado vestido





Marcelo Rizzi (Rosario, Argentina, 1961)

Fuente: "El libro de los helechos", Marcelo Rizzi, Ed. Barnacle 2018

domingo, 8 de abril de 2018

2 POEMAS DE CECILIA FRESCO





ES MUCHO Y ES TAN BELLO


La casa está en un claro
al lado de un arroyo
que suena
abajo y a la izquierda
no es mi imaginación, el pasto
está invadido de flores amarillas
que el sol hace más fuertes
el notro
está queriendo enrojecer
y nosotros estamos
queriendo intensamente
pienso en los años de mis hijos
quiero que vuelvan las frambuesas.





EL CORAZÓN CON QUE VIVO


Fin de semana entre cardos
y ortigas
literalmente, José
ortigas
cardos.

No hice la huerta
no arranqué tantos
en realidad
pero acá estoy
y estaré
herida toda la semana.




Cecilia Fresco (Buenos Aires, 1969. Vive en Patagonia)

Fuente: "Realidad vs Representación", Cecilia Fresco, Ediciones Del Dock, 2014.

1 POEMA MÁS DE CARLOS J. ALDAZÁBAL




Aviso


Se busca traductora
capaz de descifrar esta "saudade",
este castor sin dientes ni madera,
este cóndor nocturno y desvelado
que presume de buitre sobre un hueso.

No se admite "nostalgia",
tampoco "la remota posesión del recuerdo"
o "el perfume gastado de la melancolía".
No es posible "que extrañe",
"que taladre", "que asfixie",
"que pretenda morirse de abandono".
No se admiten metáforas de barcos
ni faroles tapados por la bruma de un puerto.

Se busca traductora de "saudade"
capaz de prescindir de la tristeza,
que sepa portugués,
que diga en castellano un sol de enero
bailando entre la espuma de Ipanema.



Carlos J. Adazábal (Salta, Argentina, 1974)


Fuente: "Camerata carioca", Carlos J. Aldazábal, Editorial El Suri Porfiado, 2017.

viernes, 6 de abril de 2018

7 POEMAS DE RAÚL ZURITA




CIELO ABAJO


Tengo 52 años y he llegado hasta aquí porque mi
vida es vacía. La música del polaco del piso de
arriba se ha vuelto cada vez más estridente y los
golpeteos de sus zapatos siguiendo el ritmo
resuenan en el techo acompañándome. Llevo un
mes en Berlín, desde un 18 de marzo, año 2002
exactamente, en un departamento de la DAAD de
paredes muy altas, desnudas y blancas, y hace
un rato comencé a teclear estos recuerdos mientras
afuera la primavera tarda. No sé por qué lo hago.
El desierto se extiende perdiéndose en la lejanía y
el cielo del atardecer se va doblando sobre él con
una lentitud majestuosa, inmemorial, como si
nunca hubiera sido hollado por una mirada. Abajo,
las petrificadas huellas de los convoyes militares
se remarcan en el lecho reseco del río, donde los
restos calcinados de miles de camiones cisterna
recuerdan un pasado demasiado remoto donde
algo como unos seres habían vivido: mi madre
Ana Canessa, mi hermana Ana María, Josefina
Pessolo -Veli- la madre de mi madre, todos
olvidados en la arena. Diré también mi nombre
porque me desprecio y los desprecio: Raúl Zurita.









SUEÑO 130/ A KUROSAWA


Las imágenes en blanco y negro muestran un cielo
encapotado, luego a Pinochet avanzando con su
séquito en medio de pobladoras que lo avivan y
abajo, los charcos de agua y barro que se alargan
reflejando las arrasadas casuchas. Los temporales
del 74 han sido especialmente crudos y miro la
televisión entre la somnolencia. Hace meses que
me levanto apenas unas horas. Oigo el golpeteo de
la lluvia en la ventana e intento volver a dormirme.
He logrado conseguir una buena dosis de pastillas,
unos Valium que me tomo apenas despierto
para seguir durmiendo. No siempre da resultados y
entonces me quedo horas inmóvil, temblando,
hasta que de nuevo  vuelvo a sumirme en un sopor
pastoso y sin sueños. Mi madre trabaja como
secretaria y sale temprano. Entra a mi cuarto y me
deja un café que es lo primero que veo cuando abro
los ojos. Es un departamento duplex y las piezas
que sobran se las arrienda a estudiantes. Cuando
logro despertar registro sus piezas por si encuentro
dinero para comprar más pastillas. Salgo. Camino a
trastabillones entre las pozas de agua y el reflejo de
las casas de cartón y plástico se triza bajo mis
zapatos. Las nubes han comenzado a despejarse y
al fondo se ve la cordillera completamente nevada.
Un rostro luminoso, muy blanco, me contempla
mientras caigo como si aún fuera posible el amor.





¿DESPERTAREMOS ENTONCES?


P se da vuelta en la cama y busca a tientas mi mano en
medio de la soledad inconmensurable  de la tierra, de la
tierra infinitamente devastada. Le estaba diciendo que
la primera bomba fue lanzada hace miles de años, a las
8:15 de la mañana, en un día que seguramente no sería
tan distinto a este. Le decía también que ya falta poco
para que amanezca y que muy pronto despertaremos.




EL MEMORIAL DEL DOLOR


Zurita

-Poema de amor-

Y aún no amanece y no puedo parar
de llorar; de llorar primero por ti
que te enamoraste de un viejo con
Parkinson, y después llorar por las
que me tomaron de los brazos para
que no me fuera y o también
lloraba como cuando era niño pero
igual me fui viejo culeado que no te
dio la pana ni para matarte y siempre
optaste por ti egoísta de mierda viejo
conchadetumadre paloma arrancá,
arrancá palomitay que no te conviene.





                                             Corte. Y entonces







Zurita

-Poema de amor-


Y aún no amanece y estás despierta
o durmiendo, pero me llamas entre
sueños pensando que quizás he
salido. Esta vez me había tomado
del abrigo reteniéndome y el mayor,
de poco más de dos años, también
me tomaba de los pantalones y se
reía porque creyó que jugábamos y
después lloró.
Miro y estás entre las sombras. Han
pasado treinta y cuatro años. Él se
ríe sujetándome de los pantalones
y es tan pequeño, es tan pequeñito.




                                                 Corte. Y después






Zurita

-poema de amor- 


Y aún no amanece y yo siento mis
lágrimas correr por mi cara y son
como cuchillos cartoneros las
lágrimas cortándome la cara. Me
hiero y me desangro y mi sangre
está repartida por todas partes
como si me carnearan. Sobre
todas las cosas, en todas las cosas
y yo no puedo, no tengo corazón,
no tengo fuerzas, no tengo valentía.
No es nada ¿sabes?
                                    Duerme
entonces niño, que el mar duerma,
que la inmensa desventura duerma.




                                         Corte. Y entonces






Y al frente, el océano había comenzado a recogerse
como mi cuerpo muerto ya abandonado por el tuyo





Raúl Zurita  (Santiago de Chile, 1950)



Fuente: "Zurita", Raúl Zurita, Ediciones Universidad Diego Portales, Chile, 2011

lunes, 2 de abril de 2018

3 POEMAS DE GABRIEL PANTOJA



3

No es la tela
donde se balancea
el espacio este espacio
en que escribís. No es
la materia incompleta
que te tiene queriendo más
o puteando así. Un sapo
es todo el jardín
decís, y por eso esas
flores reventadas
y violetas y la
hojarasca después
con su danza de oro
quebradizo y reseco.
Está ante vos ahora
el jardín y ante vos
ahora el sapo y las flores
y adentro también está
jardín sapo y flores
tu decir. Un sapo es
el fondo sobre el que
habías apoyado
el fruto y resbalaste
mismamente por
la apoyatura y el fruto
y así venías tan pronto
con tu cicatriz universal
un día hasta el muro
a escribir esto:
es la imbecilidad
de lo completo, lo atroz
de estas tierras, decís
lo menos bello del reino.
El reverso de las cosas
te tiene así, hermano
hasta parecés el parpadeo
de la materia en la tela del
tiempo cuando gira y está
como a punto de saltar.





5

el agua de la pava lista

y en algún lado del mundo una casa
pensás
está destruyéndose

mientras
acaricias el gato

la hoja que veías arrastrarse
por la espiral de viento sobre la gris
canaleta del parque ahora va
a parar hacia el reseco
barro de un charco

sabés que también vos
habías pasado por ahí
y viste
cómo la infinita esfera de agua
repetía deformando el peso de los naranjos

ahora el animal busca
un rectángulo de luz
y se recuesta

estás en la alta piedra
de las quebradas fulguraciones
donde ceden los rostros
decís
a la mordida de dios

entonces la hoja vuelve a salir
arremolinada
por el aire

y ahí es cuando
se estremece gravemente la tarde
y el animal
arquea el lomo como si
entrara de un salto a la irregular
sombra de la historia
y la partiera

pero era solo el roce
pensás
de la caricia



Poemas de Crack

1
no dije “caían naranjas del poema”
dije sí “rodaba el número sobre la mesa floja como gotera”
y si no dije
“caían, etcétera” y sí dije “etcétera, gotera y mesa ”
¿es porque caí?
escribía, en cambio “miraba por la ventanilla del 33 la luz de la tarde
repetirse en miles de hilachas contra el objeto dios de tus piernas cuando…”
y, pienso, si escribía que “miraba” y escribía “33, y tus piernas, y dios contra
el objeto” y si no dije “etcétera del caer” y sí “gotera del número flojo” y si
pienso que pienso.
mal.
mal: primer estado del ser.
mal: me rompí.
mal: son las once.
mal: estoy hace quince años en ese martes de la plaza.
¿existieron las cinco de la tarde de dios?
había poema anaranjado sobre la mesa, había atardecer del objeto
recordatorio, luego fui la mesa, yo, el rodar de la naranja, el libro de poemas,
el traje de la lluvia, las piernas de dios cruzadas para mi mal.
me rompí.
¿y ahora?
pienso. acá se aflojó la metafísica. acá es muchas cosas igual
a menos acá.
ahora me parto al centro como una naranja del libro de poemas que
me toca escribir y, encima, negarme:
no fui yo.
¿había sido el agua elemental de unas piernas cruzadas, dadas vueltas
para mí, quedadas para mí? mujer, chica de la plaza del martes, luz
coincidente con la piedra de mi libro, coincidente dios con la ventana del 33.
flojo de mí: pensando en que había centro en las cosas
que había pensar, que había cosas y así.
mal: debía empezar por esto.
¿hace fiesta la luz de las cinco en el mal, hay luz de las cinco
recién a las once?
“he sido feliz en un lugar equivocado”, escribí.
pero pensé: ¿eso lo puse yo?
no, fui yo


Gabriel Pantoja (Córdoba, 1979)


Fuente: